[OPINION] Calor 2018: Estocolmo y el norte de Europa no se escapan (por Alfonso Madrid*)

La temperatura media en los países nórdicos marca cifras récords que la institucionalidad meteorológica vigente, particularmente en Suecia, siguiendo la huella poco conocida de la Cumbre Mundial sobre el Desarrollo Sustentable de Johannesburgo, año 2002, aplica sutilmente desde el Estado neoliberal de Suecia, que sufre en primera persona el desborde de uno de los límites planetarios. Nos referimos al cambio climático expresado por el calentamiento del planeta, algo que percibimos cuando estamos aquejados por este ya casi insoportable fenómeno que los telediarios y programas radiales llaman “el tiempo”. El Cambio Climático S.A. ya forma parte del metabolismo de la humanidad y el orden neoliberal securitario se impone, hoy también a niveles regionales en el mundo entero, nadie se escapa…

Los poderes económicos y políticos han terminado estrechamente asociados frente a un escenario difícil y de cómo, en esa fusión, la empresa privada se torna más política a medida que el Estado se privatiza para favorecer a una clase dominante integrada por influyentes empresarios. En el país del norte de Europa, a pesar del asombro que despierta cuando hacemos ver que esta situación adquiere ribetes de alarma generalizada por las olas de calor excesivo que ocurren actualmente en el territorio, pone en jaque a todo un sistema, obligándole a echar mano a todo recurso, de cualquier tipo, para lograr continuar desde su cómoda posición de seguir ocultando secretos a viva voz sobre cuáles han sido y son los factores principales del calentamiento global del que se ha venido  advirtiendo ya desde el pasado siglo XX y se continua hoy sufriendo sus consecuencias.

El llamado de alerta, que surge de esta reflexión, específicamente en el norte de Europa y aunque parezca paradojal y sobredimensionada, es que estamos viviendo al ritmo de la Gran Aceleración (GA) (1) que comenzara a mediados del siglo pasado. Esta GA es un término acuñado desde el rico mundo anglosajón, por el químico norteamericano Will Steffen. Podríamos también agregar que este periodo del sistema capitalista, conocido la  GA, el que escribe está de acuerdo que marca también el inicio del Antropoceno Occidental europeo. (2)

heatwaveLlama la atención que temperaturas cercanas los 30° C, y quizás más elevadas en algunos lugares, estén vigentes por períodos prolongados en países del norte de Europa. Observando mediciones propias de manera sistemática, en lugares no convencionales, como balcones de viviendas expuestos a sol desnudo, donde la intensidad solar se hace insoportable, por ejemplo, en barrios multiculturales del gran Estocolmo, hemos estado observando temperaturas verdaderamente asombrosas. Esto último podrá ser considerado, incluso, con menosprecio, pero denunciamos que nos estamos lisa y llanamente “achicharrando”.

El  llamado Acuerdo de París (COP 21) (3) sencillamente se está incendiando ya que tal instrumento internacional que emanó de las pomposas reuniones con asistencia de miles de personas y que tenía como objetivo «reforzar la respuesta mundial a la amenaza del cambio climático, en el contexto del desarrollo sostenible y de los esfuerzos por erradicar la pobreza”. Utilizando un chilenismo, todo lo anterior se ha “ido a las pailas”, y una de las metas más importantes, la de mantener el aumento de la temperatura media mundial muy por debajo de 2° C con respecto a los niveles preindustriales, y proseguir los esfuerzos para limitar ese aumento de la temperatura a 1,5° C con respecto a los niveles preindustriales, reconociendo que ello reduciría considerablemente los riesgos y los efectos del cambio climático, es ya una leyenda comprobada por nosotras y nosotros mismos, sin dejar siquiera un ápice de espacio para cualquier duda al respecto.

De calor se puede morir. Si a nuestra especie Homo sapiens le otorgamos una dimensión de 100 mil años desde que comienza su colonización de los continentes y cada 100.000 años corresponden de entre 5.000 a 6.000 generaciones de homínidos, estamos hoy frente a una extinción de seres vivos en el planeta Tierra, que no es la primera, pero con la gran diferencia que ahora nos incluye a todas y todos los seres que hemos poblado el planeta hace más de 150 millones de años.

Destacamos el empleo del arsenal retórico del neoliberalismo del concepto de desarrollo sostenible, previo al de resiliencia (4), conceptos malévolos que ya hemos dado a conocer y criticamos en nuestras contribuciones anteriores y que aparecen una y otra vez.

Hemos y vamos constatando que, fallecida la intención de un desarrollo sostenible, estamos apreciando hoy que se viene tratando de imponer a sangre y fuego el de resiliencia, siguiendo también recomendaciones de mitigación y adaptación para los seres humanos del planeta Tierra; o sea, usted, yo y toda nuestra descendencia. Este discurso está presente en cada una de las agendas de todas las organizaciones y gobiernos del mundo.

No debemos olvidar que en Estocolmo existe una de las instituciones más bien dotadas de recursos económicos de Europa que ofrece educación de pre y postgrado y entrenamiento para investigación. Dicho centro está abierto a estudiantes de “casi” todo el mundo que hablen y escriban el inglés, destacando en su presentación institucional ser el “centro internacional de excelencia para (estudio e investigación de) resiliencia y la ciencia de la sustentabilidad”.

Nuestra propia existencia en el escenario mencionado más arriba pasa por un comienzo ya establecido que vamos conociendo día a día a través de los noticieros, particularmente acá en Europa. Vemos con asombro cómo se agolpan miles de seres humanos en la frontera sur de Europa tratando de escapar en términos climáticos del calor y la pobreza. Se llega a concluir hoy en día que los efectos del calentamiento global, estudiado por una elite científica, se categoriza con mayor firmeza como riesgo político y de seguridad nacional desde la mirada exclusiva de los intereses dominantes de cada país.

De lo expuesto, resulta que esta adaptación militarizada al cambio climático no significa otra cosa que una respuesta a esa amenazas (climática) con ejércitos y fuerzas de seguridad privadas, con la doble misión de fortificar, parafraseando a Santiago Álvarez Cantalapiedra, investigador español, “archipiélagos de prosperidad en medio de océanos de miseria, y expulsar de sus hábitat a una fracción de la humanidad calificada de sobrante o prescindible”.

Surge con lo expuesto una estrategia biopolítica aplicada con cada vez mayor intensidad a todo el planeta, que denunciamos y que sintetizamos como el peligro de esta nueva pandemia “conceptual”: la resiliencia, engendro de ese desarrollo sostenible y/o sustentable.

Naciones Unidas, Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional, la Unión Europea, por nombrar algo cercano a nuestra América y Europa. Además, todo el engendro de organismos/instituciones que actúan a seguidilla de los mandatos que se desprenden de este concepto: la sacrosanta resiliencia.

Volviendo al norte de Europa, un importante informe que se preparó en nombre del Consejo Consultivo Ambiental para el gobierno sueco como introducción al proceso de la Cumbre Mundial, citada más arriba (2002), definía la RESILIENCIA como “una propiedad que no sólo se asocia con la diversidad de ESPECIES sino también de OPORTUNIDADES HUMANAS y, especialmente, de OPCIONES ECONÓMICAS que incentivan a ultranza la ADAPTACIÓN COMO APRENDIZAJE entre las poblaciones humanas”

El desarrollo económico neoliberal imperante ha puesto en la escena central el hecho de que los mercados son generadores de «diversidad económica» convirtiendo esta situación en el elemento principal e inapelable de una resiliencia que debía y debe incrementarse a como dé lugar.

Después de Johannesburgo, la colusión entre desarrollo sustentable y resiliencia comienza rápidamente a producir sus efectos, convirtiéndose en verdaderas recetas impulsadas por organismos internacionales, regionales y nacionales, todos de corte neoliberal, para introducir, a nivel de los Estados-nación, reformas institucionales, políticas públicas y en una dimensión palpable que indicaban y siguen indicando el menosprecio y extremo alejamiento de cualquier asomo de igualitarismo, pero adquiriendo el nuevo disfraz del llamado adiestramiento humanitario. El engendro que comenzaría a invadir el planeta seguiría en el plano de lo intangible y meramente retórico naciendo con esto la ignorancia ecológica. No debemos olvidar que es desde aquí donde florecerán y actuarán agencias para el desarrollo y ONG.

Dicha ignorancia ecológica fue vista como una amenaza gigante para todo el planeta, una propiedad a inyectar dentro de las poblaciones humanas, a diestra y a siniestra; las que ahora necesitaban promoverse, única y exclusivamente por intermedio de aumentar las opciones económicas neoliberales.

La biósfera comenzó a concebirse «no como un dominio externo de la economía distinto de las prácticas económicas de las poblaciones humanas y vulnerables a ellas, sino como una economía de ‘servicios’ que recibe la humanidad. En otras palabras, el medio ambiente comienza a biopolitizarse y biocapitalizarse propiamente como una fuente moral de bienestar humano y como algo que establece las condiciones para la emancipación». (Brad Evans y Julian Reid en su obra: Una vida en resiliencia. El arte de vivir en peligro. FCE, Mexico, 2016).

El desenlace ya lo conocemos: esta conexión desarrollo-resiliencia, posterior a Johannesburgo la vivimos a diario, sigue implacablemente su andar sintetizado en el que la resiliencia cambió de ser una propiedad de la biósfera a ser una propiedad de la humanidad, mientras que «servicio» cambió de ser un elemento de la economía a ser una capacidad de la biósfera.

«Crucificados en el punto de encuentro de esta doble conexión se hayan los pobres del mundo, pues son ellos la población de la que ahora se exige «resiliencia» y al mismo tiempo la población que amenaza la degradación de los «servicios del ecosistema». No debemos olvidar que Occidente, junto al capitalismo, crea enfermedades y ofrece remedios.

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(1) Gran Aceleración: según Jorge Riechamann, filósofo, poeta y ambientalista a mediados del siglo XX –hacia 1950- habría tenido lugar, según Will Steffen, la transición efectiva del Holoceno al Antropoceno en forma de Gran Aceleración. “La segunda mitad del siglo XX es única en toda la historia de la existencia humana en la Tierra. Muchas actividades llegaron a puntos de despegue en algún momento del siglo XX y se han acelerado bruscamente hacia el final del siglo. Los últimos cincuenta años del siglo XX [y lo que llevamos del siglo XXI, J.R.] han visto sin duda la más rápida transformación de la relación humana con el mundo natural de toda la historia de la humanidad

(2) Antropoceno, entrevista a Alfonso E.  Madrid E: https://prensaopal.cl/2018/02/25/antropoceno-la-catastrofica-huella-de-la-especie-humana-en-la-historia-de-la-tierra/

(3) La Conferencia de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático 2015, XXI Conferencia Internacional sobre Cambio Climático o XXI Conferencia de las Partes y la XI Conferencia de las Partes en calidad de reunión de las Partes en el Protocolo de Kyoto (COP21/CMP11), Paris, 30 de noviembre–11 de diciembre 2015. Fue organizada por la Convención Marco de la ONU sobre Cambio Climático (CMNUCC). Se consiguió alcanzar el llamado Acuerdo de París

(4) Desarrollo Sustentable y Resiliencia https://prensaopal.cl/2018/02/25/desarrollo-sostenible-o-resiliencia/

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