[CRONICA] Sostiene Pacheco: Primavera con una esquina rota

Sostiene Pacheco que el mes de septiembre lo deja todo vapuleado, emocionalmente hablando. Allendista, como es, celebra cada 4 de septiembre el triunfo del Chicho en las elecciones del 70, en el que sería el último gobierno democrático donde los pobres y olvidados tuvieron la posibilidad de soñar y trabajar por una sociedad más justa.

Amante de los ritos, Pacheco suele colocar a un volumen considerable los discursos del compañero presidente partiendo por aquel memorable de la noche del triunfo, cuando instó a sus partidarios a realizar la segunda independencia de Chile: la económica, y luego los invitó a irse a sus casas “con la alegría sana de la limpia victoria alcanzada”, pero advirtiéndoles que ahí empezaba un duro camino.

Sostiene Pacheco que esa semana de celebraciones y hermosos recuerdos termina abruptamente con el último discurso del Chicho la mañana del 11, el que inaugura el período de terror de la dictadura cívico militar. Marchas, romerías, funas, conversatorios; Pacheco no se pierde uno solo de los actos conmemorativos. Para él, la memoria es irrenunciable.

Sostiene Pacheco que aunque suene paradójico, recuerda con cierta nostalgia el período de lucha contra la dictadura. Independiente de las organizaciones políticas o sociales en que militaran, las compañeras y compañeros se relacionaban de manera cómplice y solidaria, reconociéndose como parte de un engranaje que buscaba derrotar, por todas las vías posibles, a un enemigo común y perverso. Había épica en esa lucha.

Sostiene Pacheco que llegada “la democracia” toda la escena política se convirtió en un gran mercado donde la militancia se transaba por cargos, peguitas y todo lo que le lleva la democracia de las representaciones y de la medida de lo posible. La traición y el acomodo tenían su hora.

Por cierto, le devuelve el alma al cuerpo el recuerdo de los compas que entregaron su vida por la causa y de quienes no se disfrazaron de alegría y continuaron luchando contra el nuevo orden neoliberal.

Sostiene Pacheco que mientras aún la pena y la rabia lo embargan, otra semana ha transcurrido y los sones militares y las cuecas con asados de fondo lo devuelven a la coyuntura de los festejos.

No obstante, Pacheco, como buen seguidor de Recabarren y Clotario, más no de Bustos, Martínez ni Figueroa, y ante los epítetos de “amargado” que sus amistades enfondadas le imputan, no puede dejar de preguntarse, tal como lo hiciera el maestro hace más de un siglo, “¿qué cosa celebramos los pobres?, y complementa enérgico Pacheco: ¿qué independencia de los españoles y ocho cuartos? Si el gas, la electricidad y el agua son propiedad de los coños. Sólo por nombrar recursos básicos.

Sostiene Pacheco que, a pesar que no puede despojarse de estos pensamientos críticos, termina siempre bailando unos pies de cueca chora con su Pompeya y sosteniéndose en una botella de colemono, a la espera de carnes rojas y alitas de pollo que humean en el patio familiar.

El 19 prefiere dormir la mona y evitar el desfile de milicos que, hace más de ciento treinta años, su única guerra la han liberado contra sus compatriotas pobres y libertarios. Le dan asco los milicos. Los considera una tropa de cobardes que sin uniforme y sin armas, o cuando tienen al frente un poder de combate en igualdad de condiciones, se cagan de miedo.

Sostiene Pacheco que el vaivén de emociones de estos días logra su equilibrio cada 21 de septiembre con el inicio de la primavera. Y como Pacheco está profundamente enamorado, en esta fecha florecen sus sentimientos hacia Pompeya. Pero además, porque tiene una secreta afición: la fotografía, y cada 21 los fotógrafos de la Patria Grande celebran su día. Por lo tanto, para Pacheco, también este día es motivo de festejos con brebajes mágicos y fluidos amorosos que suelen terminar promediando el equinoccio.

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