[CRONICA] Siete viñetas para Katherine Alanis (por Guillermo Rivera)

* Peces en la Tele es un libro de poesía de Katherine Alanis, publicado por Ediciones El Temple,  Santiago 2010. El libro está compuesto por tres partes y cada una es seriada; es decir, desarrollan un tema y sus variaciones.

* El libro comienza a leerse con un epígrafe de Eliot, que en mi opinión por lo menos, construye un hilo que se relaciona de modo invisible con todo el texto, llegando por momentos, a clarificarlo.

* Los tres leopardos referidos por Eliot acaso configuran la estructura tríptica del texto o, al menos, su señuelo. Así, tenemos que el segmento de Los Peces, por ejemplo, los poemas no hablan no sólo de éstos, sino, también, de algo sumergido, o algo que no podemos ver a primera vista, nos hablan del lenguaje.

El mismo procedimiento lo encontramos en la segunda parte Pecatta Mundi, donde el hilo temático aborda el sistema de creencias, la tensión entre lo real y lo que se cree. Por último, bajo el mismo patrón de desarrollo, los poemas de Cartas a los Televidentes nos hablan de la construcción de un espectador en una sociedad basada en el espectáculo y la mercancía.

*Así, ya en el primer poema de Los Peces encontramos la cuestión del lenguaje como una relación de lo nombrado y lo enmudecido. Los peces portan esta noción, observan y padecen el  lenguaje humano, son conscientes de esto, pero, en otras ocasiones, giran, se sumergen o abandonan el lugar dejándose llevar sin  brillo propio, sin peso propio, hacia algún lado por la corriente.

Quizás los peces intuyen que el lenguaje puede ser una jaula que en el libro aparece bajo la imagen del anzuelo o  la pecera.

La poeta, por otra parte, observa está superficie y lee, como si al nombrar  necesitara  observar lo otro: repta el reptil, babea la babosa, agarra la garra, etc. Se trata, en este caso, para ella y para sus peces, de señalar mediante la cualidad su condición de existencia.

* En el poema de la página 13 (CH) encontramos un fragmento que ejemplifica esto:

Los ovíparos por ejemplo nos alimentamos / de nuestras crías, una danza como una contienda/cercando nuestra honradez,/ no más que un estallido verdoso/ manchando el agua / sin remordimientos como dirían ellos / sin banquillos para la autoconmiseración./ Se diría que no pensamos en nada,/ nuestros diestros ojos / reciben el inesperado golpe de branquias/tragando el oscuro alimento / como cieno de un pantano./ Así sucumben ellos/ sin apariencia de acontecimiento / sin forma de muerte.

* El periodo que aborda la segunda parte del libro Pecatta Mundi tiene, en mi opinión, dos ejes: por un lado la infancia y, por otro, los años ochenta, los años de la dictadura.

Nos percatamos que la infancia es recibida por un sistema que intenta (como todas las tiranías) detener el tiempo. Detenerlo significa ubicarse lejos o borrar el pasado, asumir la abstracción del futuro, incluso ubicarse más allá del presente. Crear un sistema fuera del tiempo dirigidos por hombres ubicados fuera del tiempo, significa decretar, encarcelar, establecer políticas educacionales, pactar con las grandes corporaciones, excluir, apropiar, mentir, administrar, sobornar, asesinar, desarrollar parámetros de una historia oficial, etc., etc.

Esto impregna la cultura y su sistema de creencias, impregna las calles, los hogares, las familias y a cada miembro de esas familias. Así, el mundo se sofoca, mientras en la periferia del tiempo, moviendo las cosas en otro sentido, intentando hacer del presente algo duradero, se corta la luz, se encienden velas, se escuchan cacerolazos.

En el mundo fuera del tiempo de los tiranos se premia y condena, masificando estos valores. Le realidad es reemplazada y lo que vemos  siempre está pauteado por alguien y cada acontecimiento refleja la sustancia de ese mundo: los rostros, los gestos, las sonrisas, la ropa y los servilleteros, se ordenan en una superficie estática.

Cito, fragmento de pagina 34.

Éramos los insignificantes/ aprendiendo que los limites del territorio/ se cortaban con un dedo en el aire/ cantando terceras o cuartas estrofas./ Caminatas en cuatro patas bajo un cerro/ y el ruido de los elefantes en las poblaciones,/ la salud pública como una gruta o agua bendita/ sacando tres o cuatro fotos para adivinar dónde estábamos./ Poniéndonos de pie junto a Mario Kreuzberger, /confundiendo el pasto/de una cancha con el reino de Chile./ Sus reinas almorzando en la cocina y todos sus reyes/ hundiendo sus espaldas en una zanja./ Sin embargo, no nos detuvimos/ contamos a los invitamos, los llevamos al colegio, / les enseñamos los puntos cardinales con sus brazos, / aunque no supiéramos dónde estaba esa cordillera.

* En la última parte del libro Carta a los Televidentes, aparece la dinámica que se establece entre representación y realidad. Son poemas en que la construcción del espectador la encontramos en ese estado alucinatorio de la edificación de imágenes donde lo real se volatiza sin dejar rastros. Esta  duplicación incide directamente en los nuevos sujetos perdidos en su propia imagen. La poeta parece preguntarse ¿en qué momento lo verdadero cede ante lo falso? O ¿en qué lugar la realidad es secuestrada por la ilusión? O ¿quiénes son esos protagonistas que deambulan su ausencia por las calles?

Si en la segunda parte del libro el presente era lanzado más allá del tiempo, en Carta a los televidentes el presente aparece como algo ajeno y fantasmal. Así el espectador aparece arrojado a un espacio infinito donde lo real no puede ser experimentado ni interpretado fuera del ámbito de la glorificación de la mercancía.

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