Regional

[OPINION] Las perspectivas de la “normalidad” (por Claudio Corvalán)

Algunos manifestantes se agotan de luchar contra los gases y la incomprensión y vuelven un tanto decepcionados a su “normalidad”.

Unos pocos persisten en seguir demandando mejores condiciones de vida y marchan a Santiago.

Los estudiantes y jóvenes ajenos a la esclavitud del trabajo continúan agitando el ambiente callejero.

Los desconocidos, a lo suyo… destrozando lo que puedan para demostrar que no habrá concesión.

¿Y qué pasará con nuestra revolución, con nuestra primavera chilena tan anhelada?

Tendremos que contentarnos con las medidas irrisorias del gobierno, volveremos a la publicitada “normalidad” que nadie quiere, o continuará el fenómeno callejero hasta que el desorden general nos conduzca a un nuevo orden que nadie conoce ni vislumbra.

Y si volvemos a esa “normalidad” agobiante ¿habremos perdido todo lo que parecía conquistado?

A la luz de lo escrito y dicho por el maestro Gabriel Salazar -o al menos a lo que he podido entender-, pareciera que el pueblo llano tiene su propio proyecto de sociedad, independiente del de las élites gobernantes, y que tal proyecto va construyéndose a través de un hilo conductor invisible que une cada victoria o derrota popular y la transforma en una experiencia socialmente acumulable, como si una memoria secreta fuera capaz de recoger lo sucedido en cada una de las luchas del siglo XX o anterior y las trajera hasta el presente, a nuestro inconsciente colectivo, para sumarse a las nuevas experiencias.

Si tan poderoso e invisible lazo une nuestra historia de hoy con la de los que lucharon antes, quiere decir que, a pesar de la bullada “normalidad”, ¡si es que llega…!, no todo se habrá perdido; algo de este calor, de millones de trabajadores chilenos marchando por las calles, quedará en nuestro espíritu y podremos echar mano de él cuándo, nuevamente, la patria requiera de sus trabajadores para enmendar los rumbos de tan nefastos timoneles.

Pero si nos sinceramos, usted y yo, la verdad es que no podemos esperar ni 50 años más, ni 25, ni siquiera 10 para salir de esta penuria que nos agobia. Necesitamos urgente ponernos en marcha, a pesar de que esta sombra de la “normalidad” nos envuelva y nos congele.

¿Cómo haremos, entonces, para remover estas pesadas estructuras sin tener que inmolarnos en una lucha desigual y de resultados imprevisibles?

La solución puede estar en esta frase del profesor Salazar: “la soberanía es una voluntad colectiva y esta solo puede emanar de una comunidad que se comunica consigo misma; es decir: que tiene la capacidad de deliberar por sí misma, libremente, sobre los problemas que la afectan y sobre las soluciones que se deben aplicar a esos problemas”, y agrega más adelante que esta capacidad la han tenido siempre, las comunidades que, al mismo tiempo, son vecindario, que comparten un territorio y sus recursos.

Entendemos que cuando Salazar habla de la soberanía humana, lo hace en el sentido amplio y se refiere a la facultad que tienen las comunidades de darse un ordenamiento (poder constituyente) y un gobierno (poder soberano), pero aún más, si la soberanía reside en la comunidad que son todos los habitantes, por definición ese ordenamiento será democrático.

Pero, para gozar de esa bondadosa capacidad humana de vivir en una comunidad soberana, debemos construir una COMUNIDAD DELIBERANTE, y esto no es fácil en este régimen de “normalidad”, donde todos debemos desconfiar de todos, donde en medio del conflicto social más agudo de los últimos 30 años, no se nos ocurre otra cosa que ir a suplicarle al sistema que, por favor, cambie ministros, presidentes y parlamentarios para ver si algo cambia; donde manifestamos con fervor nuestro sufrimiento en las calles, pero no tenemos la capacidad de deliberar, no tenemos la capacidad de empezar a comportarnos como soberanos.

Esta tan metido en nuestra cultura subalterna el esquema de dominación, que todos los representantes políticos han reconocido que este es un movimiento civil espontaneo y que es allí donde reside su fuerza; sin embargo, en el momento en que tales representantes se acercan al movimiento popular, es para decirles “bien muchachos, buena partida, pero ahora lo que necesitamos es conducción” y, por lo tanto, debemos hacer esto y lo de más allá (según nuestros conductores se iluminen), reproduciendo la lógica de las élites; nadie cree o confía que el pueblo podrá encontrar el camino por sí mismo.

Y no estoy negando el papel que les toca a los dirigentes políticos como guías del actuar colectivo, solo que esa guía no debe estar orientada a “nosotros pensamos, ustedes ejecutan” sino, más bien, nosotros servimos de puente para que el pueblo se comunique y delibere en canales sólidos y orgánicos, en sus comunidades barriales y comunales, unidos a sus territorios y a sus recursos. Después la historia correrá por el aceitado riel de las mayorías.

En una reciente conferencia que dio el profesor Salazar en nuestra región, ante la pregunta de cuál es la receta ultima para alcanzar la liberación de esta opresión, Salazar sonrió y simplemente dijo: “Conózcanse, quiéranse y deliberen sobre sus problemas y soluciones”.

Finalmente, es necesario decir que, si somos una comunidad deliberante ligada a un territorio, somos soberanos y podemos empezar a comportarnos como tales, sin embargo, no significa que mañana tendremos el nuevo orden que todos añoramos. Pasarán muchos años antes que esta nueva soberanía sea capaz de hacerse cargo de cada uno de los complejos problemas que nuestra sociedad requiere; si somos soberanos, ya no podremos pedirle a otros que resuelvan nuestros problemas, tenemos que encontrar nuestras propias soluciones.

Sin embargo, tampoco significa que debamos esperar el cambio de orden para empezar a ser un poco más felices; empecemos por ser soberanos en la administración de nuestras plazas y calles, con nuestra seguridad cívica, con nuestro abastecimiento, con nuestra movilización, con nuestros colegios, con nuestros servicios de salud, quizás uno que otro emprendimiento cooperativo que permita resolver el problema económico de los más necesitados de nuestra comunidad, seamos soberanos exigiendo salarios dignos acorde a lo que producimos y así, construyendo todos los días soberanía popular y gozando de sus beneficios diariamente, hasta el momento en que ese poder sea incontrarrestable y abra paso a las nuevas alamedas de la colaboración y fraternidad.

Debemos exigir ahora una nueva Constitución democrática deliberada por todos, en cada barrio en cada comuna, que recoja lo más esencial de nuestros valores colectivos, que recoja el sentir de cada chileno y chilena desde su diversidad; nadie sobra, podemos construir un Chile mejor que nos represente a cada uno.

Pero, una nueva Constitución no será suficiente para remover esa cultura subalterna que nos aprisiona más que un grillete, que nos dice cada día que no somos capaces, que lo importado es siempre mejor que lo nuestro, que debemos velar por lo individual y no por lo colectivo, que podemos arrojar cualquier toxico por el retrete porque otro se hará cargo del medio ambiente, y así en una lista infinita de moldes culturales que no nos dejan ser quienes realmente somos.

Debemos construir una nueva manera de relacionarnos en comunidad y una cultura acorde con estos nuevos valores de colaboración y solidaridad.

Opinion_ClaudioCorvalan

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