[OPINION] “Hoja en blanco” de educación (por José Manuel Jaramillo)

En estos días en que el país se prepara para un plebiscito, donde además hemos vivido semanas y meses de reflexión que esta pandemia nos ha traído, momentos en que millones de chilenos hemos ido depurando lo que es importante y lo que parece no haber sido tanto, es relevante pensar cómo llenaríamos una “hoja en blanco” en materias educativas.

Aparentemente, en las últimas décadas, marcadas por el hito de la revolución industrial, hemos enfocado nuestros sistemas educativos para preparar y formar personas que puedan desempeñarse posteriormente en la vida técnica y profesional, colaborando con las materias productivas del quehacer humano. Este elemento define un período y una forma de relacionarnos y desarrollarnos que, a propósito de distintas crisis sociales mundiales, hoy su eficacia y sentido está en la mira.

Nuestro país no fue la excepción. Los últimos meses nos han mostrado que, si bien Chile se desarrolló en variados aspectos en los últimos años y décadas, hay muchos desafíos pendientes y la educación no es la excepción. Este elemento central que parece haber quedado relegado no dice relación solo con elementos técnicos y profesionales, herramientas que sin duda pudieran seguir siendo mejoradas, sino más bien con elementos humanos, valóricos, un relato y una “épica” social que a todos quienes vivimos en este país nos haga sentir orgullosos de nuestro Chile. Elementos como el respeto, el cuidado, el amor por lo bien hecho, el cariño a la naturaleza y el entorno, la alegría, la creatividad, el valor del compromiso y de la familia, la tolerancia, la paciencia, la vida comunitaria, la pasión por la cultura y la historia, entre otros. Probablemente estos puntos resuenan en muchos de nosotros como las herramientas educativas esenciales de aquellos seres humanos que logran avanzar hacia una vida integra.

Volvemos entonces a la pregunta ¿y cuáles serían los elementos de esa hoja en blanco en educación? Todos los nombrados en el párrafo anterior se enseñan y educan desde el día de nacimiento, son parte de la formación de cualquier ser humano, independiente de donde haya nacido. Es decir, no ocurren o pasan por “obra de magia”, sino que debe haber una intención y un programa para eso. Por esta razón es clave que dicho documento en blanco se enfoque y declare esos aprendizajes. Estas herramientas deben ser parte de cualquier currículo, de la esencia de cómo nos imaginamos los chilenos de hoy y del mañana.

Hoy existe conocimiento y experiencia suficiente en nuestro país para construir este “relato”. Otro elemento clave que debiéramos considerar es quiénes deben ser los actores en este nuevo esquema. Lo primero es que la pandemia nos ha vuelto a mostrar que la educación no es algo exclusivo de jardines infantiles, escuelas o centros de educación superior. Somos todos educadores: las familias, la calle, las plazas públicas, los parques, los mensajes en la locomoción colectiva, la publicidad en general, las empresas, entre otros. En resumen, todo lo que ocurre día a día en la sociedad. En este sentido la política educativa debe considerar una adecuada diversificación en todos estos aspectos y no solo en algunos.

Trabajemos por dejar en una potencial hoja de ruta un desafío y una aspiración alta de lo que queremos educar en adelante: niños y niñas plenas, que compartan valores universales transversales que construyen sociedades más felices, abiertas, sanas y pacíficas.

José Manuel Jaramillo,
Gerente general
Fundación Choshuenco

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