Opinión

[CRONICA] Valparaíso, ¿qué me dicen tus nombres? (Rodolfo Follegati Pollmann)

Valparaíso nace de un acto de nombramiento. Recibe los dones bautismales no por lo que es, sino por lo que pretende ser. Nace y se nombra desde un impulso utópico.

Valparaíso antes de ser Valparaíso ya se presenta como un misterio difícil de resolver. Hablar de sus nombres es un enigma. Datar una fundación es imposible. ¿Fue descubierto?, ¿por quién?, ¿fue nombrado o renombrado?

(Foto: Kilber Salas)

La historia tradicional, occidental, la escrita por los conquistadores españoles, reconoce a Valparaíso desde 1536. Algo sobre estos orígenes veremos más adelante. Pero la memoria indígena, recogida por los primeros cronistas, nos habla de un valle y una bahía habitado desde mucho antes por los changos.

Eran los changos un pueblo semi nómada, dedicados a la pesca y la caza. Se les reconoce por ser pacíficos y por sus tradicionales balsas de piel de lobo marino inflado. Se los ha podido ubicar a lo largo de la costa, entre Atacama y la desembocadura del Maule, aunque estos límites es difícil de precisar.

Estando diseminados a lo largo de la costa tuvieron asiento en el valle de Quintil o Alimapu, los antiguos nombres del territorio que luego conquistaron los españoles y llamaron Valparaíso.

Ya nos encontramos con una primera confusión que trataremos de resolver a la luz de las fuentes. En primer lugar vayamos a los significados. Alimapu, en lengua mapuche, quiere decir “tierra quemada” (ali: quemada; mapu: tierra). Por su parte Quintil nos entrega dos acepciones, el arbusto llamado quintil, algarrobillo chileno, y además significaría tierra donde se boga. Podemos interpretar que Quintil sería un territorio poblado de algarrobillos y a la vez un lugar donde de boga o rema, es decir un lugar de pescadores.

Ambas palabras son de origen mapuche. Esto ha llevado a los investigadores a preguntarse, desde hace siglos ya, por la lengua que hablaban los changos. Pregunta que ha quedado sin respuesta, pues este pueblo se mestizó con los españoles y con otros pueblos indígenas, desapareciendo su lengua original, que según algunos cronistas sí la habrían tenido. Lo que sí sabemos con mayor certeza es que habrían recibido fuertes influencias de la lengua quechua y del mapudungún.

Pero qué era el Alimapu o Quintil. Siguiendo a historiadores clásicos como Vicuña Mackenna y a los primeros cronistas, Leopoldo Sáez Godoy, un experto en la toponimia y en la historia de los nombres relacionados con la ciudad de Valparaíso, nos aclara que “Alimapu designaba toda la extensa comarca que rodea la ensenada que se extiende desde Concón hasta Valparaíso”, mientras que el valle o bahía de Quintil “nombraba específicamente el puerto de Valparaíso, es decir, la zona comprendida entre las quebradas de Juan Gómez y San Agustín (Carampangue y Tomás Ramos)”.

A pesar de que la población aborigen tenía identificado y reconocido el territorio con sus propias denominaciones, la llegada de los españoles vendría a cambiarlo todo. Aunque no sería tan fácil como hubiesen querido.

Habría sido, entonces, en Quintil, lo que hoy conocemos como el barrio puerto, entre las plazas Echaurren y Sotomayor, donde Juan de Saavedra, capitán de la primera expedición de conquista que venía al mando de Diego de Almagro, se encontró con la tripulación del navío San Pedro, al mando de Alonso de Quintero, que venía en apoyo de la expedición terrestre. Según la Crónica del Reino de Chile, escrita por Pedro Mariño de Lovera en 1552, a ese lugar llegó Juan de Saavedra, capitán de Diego de Almagro, “y por ser la fertilidad, hermosura y abundancia de arroyos de este sitio…le puso por nombre Valparaíso, el cual ha quedado hasta hoy (1552), y es el más famoso del reino”. Benjamín Vicuña Mackenna, que en mucho sigue la crónica de Mariño de Lovera, agrega que Juan de Saavedra había nacido en un pueblo cercano a Cuenca llamado Valparaíso y que “el aspecto de aquel sitio agreste trajo al conquistador castellano la memoria de la patria…, y como un voto y un recuerdo, le dio su nombre”.

Dos cosas llaman la atención. Por un lado el cronista se refiere a Quintil como un lugar fértil y hermoso, abundante en arroyos, mientras que el historiador nos habla de un sitio agreste. De lo que podemos estar seguros es que, basados en estas y en otras tantas fuentes, podemos atribuir a Juan de Saavedra el nombre hispano de Valparaíso dado a la bahía de Quintil. Sin embargo, queda por dilucidar otra inquietud. ¿Era Juan de Saavedra original de algún Valparaíso en España? Según Vicuña Mackenna “Juan de Saavedra era castellano como Almagro, y había nacido en un pueblo corto llamado Valparaíso, a inmediaciones de la ciudad de Cuenca”. Pero esta información la desmiente el historiador Luis Thayer Ojeda, quien sostiene que “Juan de Saavedra no era natural de Valparaíso, sino sevillano, oriundo de la ciudad de Ecija”.

Pero, que Juan de Saavedra no hubiera nacido en el Valparaíso de Cuenca no implica necesariamente que no lo haya conocido o visitado. Por lo demás, había otros cinco lugares en España con el nombre Valparaíso, uno de ellos es “Valparaíso, cortijo de la provincia y partido judicial de Sevilla y término jurisdicción de Aznalfarache”, cercano a Ecija, según Juan Madoz, autor del Diccionario Estadístico-Geográfico Histórico de España y sus posesiones de ultramar.

Con todo esto lo que queremos decir es que, sin importar dónde nació realmente Juan de Saavedra, la bahía de Quintil, agreste o fértil, le recordó al conquistador algún Valparaíso de España, el de Sevilla o el de Cuenca, y entre las atribuciones que le otorgó el capitán Diego de Almagro habría estado el nombrar este lugar de la costa donde se encontró con Alonso de Quinteros y la tripulación del San Pedro.

Pero una cosa era darle un nombre al lugar, en este caso a la bahía de Quintil, y otra muy distinta destinar o disponer el lugar para establecer algún tipo de asentamiento o población. En el caso de Valparaíso nada de eso ocurrió, y la expedición española siguió su rumbo por el valle central en busca del oro deseado que nunca encontró. Pero el nombre quedó, aunque su uso tardó algunos años en hacerse habitual.

En efecto, el primer documento oficial que registra el nombre de Valparaíso es una carta poder que extiende Pedro de Valdivia, en 1544, a Juan Bautista Pastene, para que emprenda navegación al sur y conquiste para la Corona las tierras descubiertas. En ese documento leemos: “En el puerto de Valparaíso, que es en el valle de Quintil, término y jurisdicción de Santiago del Nuevo Extremo…”. A ocho años de ser nombrada la bahía como Valparaíso, por Juan de Saavedra, se sigue usando a modo de referencia el nombre Quintil.

El cronista Mariño de Lovera también recurre a los antiguos nombres. En un relato referido a Francisco de Aguirre, conquistador de las huestes de Pedro de Valdivia, se señala: “…fue con treinta hombres de a caballo corriendo la tierra por la parte marítima hasta llegar a una bahía llamada Alimapu…”. Recordemos que Mariño de Lovera escribe su crónica en 1552, o sea, han pasado dieciséis años desde que la bahía fue nombrada Valparaíso y persiste el otro nombre indígena, Alimapu.

Una de las razones que podemos conjeturar es que en los primeros años el lugar seguía estando poblado por los originarios Changos y los españoles no veían en la bahía nada más que el puerto de la ciudad de Santiago. Por eso, según Sáez Godoy, el nombre más usado en los primeros años de conquista “era sencillamente el puerto”. Solo cuando estas costas comienzan a ser visitadas por embarcaciones extranjeras, principalmente piratas y corsarios holandeses e ingleses, el nombre Valparaíso entra en uso y costumbre. No sólo por figurar de esa manera en los registros cartográficos, sino porque, en opinión de Sáez Godoy, “las tripulaciones foráneas lo encontraron muy eufónico”, es decir, se trataba de una palabra, de un nombre, cuyo efecto acústico al pronunciarlo resultaba agradable.

De allí que para nuestro análisis consideramos que Valparaíso, más que nacer de un acto de descubrimiento o fundación, nace del acto de su nombramiento. Valparaíso recibe los dones bautismales, no por lo que fue sino por lo que quiso pretender ser, un Valle del Paraíso, un deseo, un impulso utópico, que se va creando desde ultramar con los sueños, esperanzas y expectativas de navegantes de todo el mundo que ven en sus costas el remanso y el frenesí del puerto deseado.

Rodolfo Follegati Pollmann
Profesor de Historia
Magíster en Historia PUCV

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