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[OPINIÓN] ¿Quiénes integran la comunidad universitaria? (Rodrigo Avaria)

La pregunta parece inocente, y la respuesta, obvia: estudiantes, académicos y funcionarios. Sin embargo, el rol y la preponderancia de cada estamento dependen de quién responde y si pertenece a alguno de estos grupos.

“Me gustan los estudiantes”, cantaba Violeta Parra, “porque son la levadura del pan que saldrá del horno con toda su sabrosura”, mientras académicas y funcionarios podrían replicar: “Los/as estudiantes están de paso”, olvidando que alguna vez fueron estudiantes y que, en cierto modo, siguen “de paso” en la universidad. Así muchas universidades hoy tratan a estudiantes como clientes temporales, y no es casualidad. Chile vive una paradoja: a pesar de haber recuperado la democracia, algunas instituciones (incluidas las universidades) se atrincheran en modelos gerenciales que reducen la participación a una encuesta de satisfacción (Encuesta Docente).

En su sentido más soso (como institución de certificación profesional), la universidad sería inviable si falta alguno de sus tres pilares -estudiantes, académicos, funcionarios-. Pero en su sentido más rico, se nutre de miradas diversas, disciplinas y generaciones que confluyen en su espacio.

¿Cómo garantizar que la universidad sea un crisol democrático? Aunque históricamente, las universidades no surgen de un impulso democrático, la discusión sobre democracia y autonomía universitaria tiene larga data en Chile: En la tradición republicana chilena, las universidades han funcionado como espacios de formación de ciudadanía y discusión crítica, fortaleciendo el sistema democrático, que a la vez está en constante evolución. Los desafíos actuales no son los mismos que enfrentó la universidad en el siglo XX. Hoy parece obvia una elección con paridad de género, cuando hace menos de 50 años ni siquiera podíamos elegir rectores.

En la reforma al sistema de educación superior de 2018 se establece que las instituciones de educación superior promoverán y respetarán la participación de todos sus estamentos en su quehacer institucional, con el propósito de fomentar la convivencia democrática al interior de aquellas y el ejercicio de una ciudadanía crítica, responsable y solidaria. Desde el 3 de enero de 2023 está vigente un nuevo Estatuto Universitario de la Universidad de Valparaíso, parte de un proceso que comenzó en 2008 con un claustro triestamental. Al igual que en muchas otras universidades, el nuevo estatuto representa la superación de las normas vigentes desde 1981, que se establecieron unilateralmente y por un acto de fuerza.

La representación con derecho a voto de estudiantes y funcionarios/as es parte de un modelo consolidado internacionalmente de gobernanza en universidades de España, Alemania, Países Bajos, Francia, Nueva Zelanda o Australia. No se trata, por lo tanto, de una concesión nostálgica a luchas de los años 60, sino de una convicción moderna sobre la riqueza de una comunidad universitaria diversa y corresponsable. Restablecer en estos planteles la norma triestamental de gobernanza que existía antes de las intervenciones militares es una forma de asegurar el buen funcionamiento de estos planteles de educación, con transparencia, pero además de reestablecer la democracia y autonomía universitaria.

Los tiempos no son los que muchos quisiéramos. Del 2008 al 2023 varias generaciones ingresaron, se ilusionaron, militaron causas y, en el mejor de los casos, egresaron sin ver cambios en la representación democrática institucional. Muchos regresamos a la universidad como investigadores de postgrado, profesores o funcionarios a honorarios; los nuevos estatutos parecen una invitación a la reilusionarnos con la participación.

La restauración de la norma triestamental es producto de un largo proceso de acumulación, de luchas estudiantiles, de trabajadores/as y de académicos/as que buscaron durante años tener estatutos escritos democráticamente. No por un capricho testimonial o una victoria moral, sino por la necesidad de fortalecer a las universidades que disputan y reivindican el sentido de lo público, bajo un modelo de financiamiento estatal indirecto a planteles privados con escasa regulación, de dudoso rendimiento académico y que, artilugios más artilugios menos, lucran con la educación.

En un contexto de cambios globales, un clima de desafección de la ciudadanía por la participación política, las universidades estatales se enfrentan a diversos desafíos/riesgos como la reducción del financiamiento estatal, las interferencias políticas que amenazan la autonomía, el compromiso con el desarrollo sostenible, el financiamiento de la investigación y el fomento de la investigación, entre otros. Considerando que las universidades del Estado son instituciones mandatadas a contribuir con el desarrollo del país, se hace fundamental reflexionar sobre las dimensiones que marcan en el desarrollo de su quehacer y las estrategias a implementar para anticiparse a esos escenarios de avance autoritario que vemos en la esfera internacional. Un sistema robusto es necesariamente un sistema diverso, todas las voces son necesarias en la compleja, pero enriquecedora, labor de construir universidad pública. Por eso, la participación de todos los miembros de la comunidad universitaria es un imperativo, y por todos me refiero también a los grupos tercerizados o sin representación (postgrados y honorarios). Hoy, la modificación del Estatuto Universitario entregará el derecho a voto a los dos estamentos que no lo tenían desde la dictadura. Esto es una realidad; no hay marcha atrás.

Rodrigo Avaria
Candidato al Consejo Universitario de la Universidad de Valparaíso


Las opiniones vertidas en esta columna son de responsabilidad de su(s) autor(es) y no necesariamente representan las del Diario La Quinta. 

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