[OPINION] Lo que hay detrás del regreso de los talibán en Afganistán (Gato Dequinta)

El retiro de Washington desde Afganistán podría leerse, a simple vista, como la derrota más vergonzosa del imperialismo yanqui en los últimos 100 años. Pero, tratándose de Estados Unidos, no todo lo que se ve es verdad. Estados Unidos volverá, pues necesita tener enemigos, reales o creados, para continuar siendo la potencia que aún desea tener la hegemonía mundial.

Para seguir manteniendo esa posición, requiere contar con enemigos de los cuales “salvar” al mundo occidental. Así fue durante la Guerra Fría, en que el enemigo era el comunismo. Tras la caída de la Unión Soviética, el nuevo enemigo mundial pasó a ser el extremismo islámico.

En el 2001, a raíz de la caída de las Torres Gemelas en Nueva York, el Gobierno norteamericano culpó a Osama Bin Laden de ser el autor intelectual de tal hecho.

El derribo de las Torres Gemelas sería usado como argumento para iniciar una guerra con Irak (que nada tenía que ver con Bin Laden) bajo el argumento de que tenía armas de destrucción masiva, las que nunca fueron encontradas.

Muchos no saben u olvidan que Bin Laden fue un agente entrenado y armado por la CIA para que creara un grupo islámico, con el fin de luchar contra los comunistas soviéticos que habían invadido Afganistán en 1979.

Bin Laden pertenece a la familia que gobierna Arabia Saudita. No es casualidad entonces que Al Qaeda, el grupo islámico creado por Bin Laden sean musulmanes sunitas, de la escuela wahabí, es decir, de la misma corriente religiosa que los gobernantes de Arabia Saudita.

En el 2015, cuando se anunció que Bin Laden había sido capturado y asesinado, nunca se mostró su cadáver, como sí ocurrió con los cuerpos de Saddam Hussein u Omar Jaddafi. No resulta descabellado pensar que Bin Laden podría haber sido acogido como un agente protegido por Estados Unidos y que se le ocultó y se le dio una nueva identidad, en agradecimiento por los servicios prestados.

EL “MONSTRUO” ISLÁMICO

Los talibán son un grupo islámico creado también para combatir a los soviéticos en Afganistán. Estos talibán recibieron dinero y armas de la CIA para llevar adelante su propia “guerra fría” contra los comunistas de Moscú.

Afganistán fue invadido por la URSS en 1979, que puso un gobierno títere, pero su influencia decayó al desaparecer el régimen comunista en 1989. Tras la caída de la URSS, los grupos islámicos que habían sido apoyados con armas y financiados por la CIA, entre ellos los talibán, siguieron luchando en las montañas y lograron tomar el poder del país en 1992. Una acción muy útil para Washington, que ya no tenía a los comunistas como enemigos, sino al islam.

Se produjo una guerra civil entre los grupos islámicos, de la cual salieron victoriosos los talibán.

Fue entonces cuando los medios de noticas occidentales alimentaron el imaginario occidental con el “Monstruo islámico”, creado por Washington, informando que los talibán prohibían todo tipo de derechos a las mujeres, ejecutaban a los no musulmanes y aplicaban la ley coránica en forma literal.

Pero en el 2001, los talibán ya no le servían como “enemigo” a Estados Unidos, pues su alcance era muy zonal y se necesitaba un “enemigo” de alcance mundial.

Estados Unidos entonces realizó dos operaciones militares: intervino en la política interna afgana y apoyó al ejército local que había luchado contra los talibán. Es decir, Washington, sin escrúpulos, se cambiaba de bando.

Esto significó la derrota de los talibán y el surgimiento de una pseudo-democracia de estilo occidental, un gobierno títere de Estados Unidos, un Estado de fachada. Este régimen pudo subsistir gracias al fuerte apoyo militar y económico de Estados Unidos, el que reconoció hace pocos días que dicho apoyo le costó 2.500 soldados yanquis muertos en acción y 80.000 millones de dólares en ayuda financiera.

La segunda operación fue crear un grupo de carácter terrorista de alcance mundial, que infundiera temor en todo el orbe, no solo en Afganistán y sus alrededores como eran los talibán.

Fue así que surgió Al Qaeda como el principal enemigo islámico mundial, curiosamente liderado por el mismo sujeto que había sido apoyado y financiado por la CIA para combatir en Afganistán: Osama Bin Laden.

UN ACTOR DETRÁS DE ESCENA: ARABIA SAUDITA

En todo este proceso hay un país que pasa “piola”: Arabia Saudita, que pretende ser el “elegido”, ya que el Profeta Muhammad nació y creo el islam en este país. No en vano La Meca está en territorio saudí.

Occidente asocia “terrorismo islámico” a los grupos radicales chiítas, asociados a Irán. Pero gran parte del extremismo islámico lo llevan a cabo musulmanes sunitas, financiados por Arabia Saudita. Por ejemplo, sunitas financiados por Arabia Saudita fueron los Hermanos Musulmanes que asesinaron al presidente de Egipto, Anwar Sadat, en 1981.

Osama Bin Laden resulta ser entonces un doble agente: trabaja para la CIA, pero también para el fundamentalismo islámico de su país de nacimiento, Arabia Saudita.

EL REGRESO DE LOS TALIBÁN

Tras su derrota el 2001, los talibán no desaparecieron, sino que volvieron a las montañas, siendo respaldados bajo cuerda por Arabia Saudita.

Durante 20 años, Estados Unidos gastó más 80.000 millones de dólares en tratar de mantener una pseudo-democracia de tipo occidental en Afganistán. Pero el pueblo afgano, en lo profundo, siempre rechazó está imposición de tipo neo-colonial y de claro corte imperialista.

De hecho, el gobierno títere pro-occidental nunca tuvo la totalidad del control territorial del país. Entonces se produjo una lucha entre este régimen militar, apoyado por Estados Unidos y los grupos islámicos, respaldados por Arabia Saudita.

El gobierno títere representó para el pueblo afgano lo peor de Occidente: una falsa democracia, caos y corrupción. Para tratar de ganarse a la población, presentó algunos avances como abrir espacios para las mujeres en la sociedad e incentivar la asistencia escolar y universitaria. Pero la pobreza siguió creciendo en un país que no tiene una gota de petróleo y cuyas riquezas básicas son minerales ubicados en sus altas y peligrosas montañas, con un 60% de población en la pobreza, 45% de analfabetismo y solo 500 dólares de ingreso per cápita.

EL MOSAICO AFGANO

Además de la pobreza que azota a casi todo el pueblo afgano, otro elemento que contribuye a dificultar cualquier intento de estabilidad política en el país es su gran diferencia en la composición étnica de la población. Los pashtun, de donde son los talibán, es uno de los grupos mayoritarios, con cerca del 40 por ciento. Pero también están los hazara, con un 25 por ciento; uzbekos, con un 20 por ciento, y los tayikos, con un 10 por ciento.

Encima de la división étnica se ubica la división religiosa. El 80 por ciento de los afganos es sunita, mientras el 20 por ciento constituye la minoría chiíta. La disputa entre ambos grupos está tensionada por los países limítrofes. Pakistán, sunita, se enfrenta a Irán, chiíta. También hay pequeños grupos mazdeístas, zoroastrianos, hinduistas y budistas.

Afganistán es la suma de una enorme cantidad de grupos tribales que viven juntos, pero no unidos. Un enorme mosaico étnico y religioso convertido en un rompecabezas para Occidente.

En medio de todo este complejo escenario, los talibán empezaron a hacer nuevas promesas al pueblo afgano. Por ejemplo, prometieron favorecer a los pashtun, la etnia mayoritaria, pero respetando a las otras etnias. También dijeron que iban a respetar a las mujeres. Y que iban a dejar salir a todos los que habían apoyado al régimen militar y a los colaboradores de Estados Unidos.

Entonces, los soldados del gobierno afgano comenzaron a desertar por miles, pasándose al bando talibán. El pueblo, en su mayoría cansado de tanta miseria, no opuso resistencia tampoco.  Así se explica el rápido avance de los talibán en la toma del control del país en apenas un mes. No fue necesaria una guerra civil.

Ahora que vuelven los talibán, Arabia Saudita guarda oportunista silencio, dejando que los costos políticos y económicos caigan sobre Estados Unidos.

Washington ha sido incapaz de enfrentar al régimen saudí abiertamente, porque este país le ha cubierto más del 25% de sus necesidades de petróleo. Es decir, la cuarta parte del combustible que ha usado EEUU en los últimos 50 años ha sido saudí. Además, las petroleras yanquis en ese país suman más de 300.000 millones de dólares en inversiones. En resumen, sería un pésimo negocio atacar al reino saudita.

Por eso, Estados Unidos se tiene que hacer el “Larry” con la monarquía saudita y asumir solos los problemas en Afganistán.

Pero, en los últimos años, Estados Unidos ha logrado aumentar su producción de petróleo y la influencia de Arabia Saudita como proveedor para Washington ha bajado bastante. Pero el petróleo obtenido por los yanquis en su propio suelo no es el habitual, sino que mediante el sistema de fraking que es mucho más costoso y las reservas son limitadas.

Debido a ello, entonces, Joe Biden decide retirarse, para no seguir gastando dinero, pero sin enfrentar directamente a Arabia Saudita, que apoya tras bambalinas a los talibán.

ESTADOS UNIDOS VOLVERÁ

Hoy los talibán han vuelto a controlar el país. Joe Biden, el presidente de Estados Unidos, dijo que se retiraron porque no estaban dispuestos a luchar en vez del propio régimen militar afgano, que no quería hacerlo. En una clara alusión a la derrota en Vietnam, Biden dijo que no quería ver más soldados enterrados en el cementerio de Arlington. De hecho, en los 20 años en que Washington apoyó al gobierno-títere afgano murieron 2.500 soldados norteamericanos. Tampoco quiso seguir gastando más dinero, apoyando inútilmente a un régimen que no quiere pelear por su subsistencia. Tanto así, que el presidente afgano escapó, en vez de enfrentar a los talibán.

Pero Estados Unidos volverá, tarde o temprano, por ellos mismos o apoyando a un nuevo gobierno-títere, porque necesita mostrarse como el “salvador” del mundo. Es su viejo libreto de usar gobiernos títeres para sus propios intereses y luego desecharlos cuando ya no lo sirven. (Si sabrá de esto Hosni Mubarak, el expresidente egipcio, apoyando por EEUU durante décadas y luego derrocado con el apoyo del mismo EEUU, en el 2011).

Es su ideología del “Destino Manifiesto”, es decir, que Estados Unidos está señalado por Dios como la nación elegida para ser los protectores del universo. Paradójicamente, es una ideología muy similar a la de los fundamentalistas islámicos, quienes también se consideran a sí mismos los salvadores de la humanidad, pero de la explotación y la decadencia de Occidente.

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