Hace diez días pudimos ver con toda claridad y magnitud las dos almas que existen en Carabineros. Dos cabos segundos de la comisaría de Curanilahue cometieron al menos dos asaltos a mano armada a vehículos en la comuna. Sin embargo, lograron ser detenidos por otros carabineros de la zona.
El modus operandi era el mismo, hacían dedo en la Ruta 160 que corre de norte a sur en la Provincia de Arauco y, luego que los conductores les paraban, sacaban sus pistolas y les robaban el vehículo.
En el segundo robo, el chofer afectado dio aviso de inmediato a Carabineros, lo que iniciaron la búsqueda siguiendo la huella del GPS, hasta que lograron capturar a los delincuentes. Uno de ellos iba encapuchado y portaba una pistola.
Cuando los llevaron al cuartel policial la sorpresa fue brutal: ambos asaltantes eran carabineros en servicio activo en la comuna.
Lo destacable de esto es que fueron otros carabineros los que persiguieron, detuvieron y llevaron a la justicia a los policías delincuentes.
EL CASO PSICÓPATAS DE VIÑA
Hace 40 años, también fue posible observar estas dos almas de Carabineros en el llamado caso de los psicópatas de Viña del Mar, que significó la muerte de diez personas por parte de dos carabineros, Jorge Sagredo y Carlos Topp Collins.
Fue otro carabinero, el entonces cabo Juan Quijada, quien ayudó a conocer la verdad en este caso. Él se ganó la confianza de los criminales, quienes le contaron cómo asesinaron a sus víctimas y entonces dio aviso a sus superiores.
LAS LUCES
Carabineros tiene a su haber un trágico listado de 1.231 funcionarios asesinados o muertos en acto de servicio desde su fundación en 1927. Son los que encabezan la brillante hoja de servicio público de esta institución, los que han dado la vida para servir y proteger a todos los ciudadanos, sin distinción.
Además, de estos mártires, hay otros funcionarios que han realizado actos importantes, algunos calificados como “heroicos” por sus superiores.
Por ejemplo, los rescates de personas en ríos, lagos y playas del país, todos actos en que los funcionarios arriesgan su propia vida. Y, en otro aspecto del servicio a la comunidad, prestan atención a numerosos partos en los más diversos retenes y comisarías del país.
Luces también son los carabineros honestos, sencillos y consecuentes, que pueden transitar con la frente en alto entre sus vecinos. Son los que cumplen a cabalidad su función, como aquellos que detuvieron a los dos funcionarios asaltantes en Curanilahue.
Son los que tratan bien a los recurrentes y empatizan con las víctimas. Son los que tienen claro que son servidores públicos y que llevar uniforme no los hace mejores ni superiores al resto de los chilenos.
Como el carabinero que rescató a una madre y sus dos bebés de un incendio en Talca. Todos los vecinos miraban, pero nadie hacía nada. Entonces, el policía decidió entrar a salvar a los ocupantes, pese a que toda la vivienda ardía en llamas y quedar con algunas quemaduras.
Como el carabinero que, él solo, se enfrentó a tres delincuentes venezolanos armados con pistolas en un asalto. Los ladrones llegaron en una moto y cuando escapaban, el policía se arrojó contra ellos y logró derribarlos. Luego sacó un arma y los controló en la comuna de Estación Central.
O el carabinero que, fuera de su jornada de trabajo, logró reducir a delincuentes que querían hacer una “encerrona” en Ñuñoa.
Ellos cumplen totalmente la frase del himno institucional: “La ley espejo de nuestro honor, del sacrificio somos emblema, Carabineros de la Nación”.
LAS SOMBRAS
Qué duda cabe que la mayor sombra que recae sobre Carabineros es su sangrienta participación en la dictadura de Pinochet, con el “Caso degollados” como el signo más evidente de la barbarie.
Con el regreso a la democracia, Carabineros hizo un esfuerzo por acercarse a la ciudadanía, lo que llevó a que, al cabo de un largo tiempo y un trabajo de hormiga, logró recuperar la confianza de los chilenas y chilenos, según reflejaban las encuestas.
Sin embargo, el llamado “Paco Gate” echó por la borda todo ese esfuerzo. Los chilenos se enteraron con estupor que la plana mayor de la institución le había defraudado al Fisco más de 28.000 millones de pesos.
Y a ese tremendo fraude se sumaron después las 405 víctimas de traumas oculares, además de violaciones a los Derechos Humanos durante el estallido social que comenzó el 18 de octubre del 2019, tal como lo denunció recientemente el Presidente Boric, quien, incluso, habló de que la policía uniformada habría cometido también abusos sexuales. (A la fecha hay más de 300 denuncias de este tipo, de los cuales, hasta ahora, solo una causa tiene condena).
Además, hay una larga lista de carabineros involucrados en tráfico de drogas, crimen organizado y otros graves delitos. Por ejemplo, en Arica dos funcionarios integraban una banda que trató de internar a Chile una tonelada de cocaína.
Según Ciperchile.cl, la Fiscalía contabiliza 112 funcionarios formalizados por tráfico de drogas, entre el 2010 y el 2020.
EL PACTO CÓMPLICE: “DEJAR HACER”
Pero la culpa no solo es del chancho, sino también de quien le da el afrecho, como dice el dicho. Durante la “transición democrática”, desde 1990, las fuerzas políticas de la Concertación y la derecha “dejaron hacer” a las Fuerzas Armadas y Carabineros. El miedo que provocaron el “boinazo” y el “ejercicio de enlace” que realizó Pinochet con sus tropas cuando aún era comandante en jefe del Ejército, llevaron a que los civiles no se atrevieran a controlar lo que hacían los uniformados. Era un pacto tácito y cómplice entre civiles y militares: “Nosotros no los molestamos y ustedes tampoco a nosotros”. Y así pasaron más de 30 años, con civiles y uniformados viviendo en mundos paralelos.
Debido a estas sombras, existe una gran desconfianza del mundo político de izquierda, ligado al Gobierno, al Frente Amplio y al PC, hacia las Fuerzas Armadas y Carabineros, pese a las frases de buena crianza dichas por el presidente Boric, la ministra Tohá o el subsecretario Monsalve. Estos sectores no confían en darle poder a quienes tienen tejado de vidrio.
Con esas tremendas trizaduras, no sería posible confiar en aquella otra frase del himno policial: “Duerme tranquila, niña inocente, sin preocuparte del bandolero, que por tu sueño, dulce y sonriente, vela tu amante carabinero”.
PARA RECUPERAR LA CONFIANZA

“Podrán morir 100 carabineros más en el combate a la delincuencia, pero si no se hacen los cambios que aquí se plantean, la sangre derramada de esos uniformados podría ser en vano, porque la desconfianza en la institución continuará”.
Mientras los civiles y políticos no se pongan los pantalones con los uniformados, recordándoles que no son deliberantes y que deben estar sujetos a la autoridad civil y responder a ella, no habrá cambios.
Y mientras Carabineros no se despoje de su pasado pinochetista y diga dónde están los detenidos desaparecidos en dictadura, de los cuales son responsables; dejen atrás la ideología de la Seguridad Nacional que sigue vigente dentro de la institución, como un supuesto “Destino Manifiesto” de los uniformados guiando en última instancia los destinos del país, arrogándose la misión de juzgar qué es lo correcto y qué no en las movilizaciones por demandas sociales, viendo contrarios a la patria en todo aquel que quiera un cambio; mientras, además, no denuncie a todos y cada uno de los funcionarios que defraudaron al Fisco en el caso Paco Gate; mientras no diga también quiénes son los responsables de los numerosos casos de detenidos muertos en calabozos o furgones policiales; mientras no diga qué pasó con José Huenante, Jorge Vergara y Hugo Arispe, desaparecidos en democracia; y mientras no entregue a todos los funcionarios que violaron los derechos humanos en el estallido social, la institución no podrá recuperar a cabalidad la confianza del pueblo chileno.
Podrán morir 100 carabineros más en el combate a la delincuencia, pero si no se hacen los cambios que aquí se plantean, la sangre derramada de esos uniformados podría ser en vano, porque la desconfianza en la institución continuará.
Está en manos del Gobierno y de Carabineros que esto no ocurra.
La delincuencia azota sin misericordia al pueblo chileno. El país necesita a Carabineros, pero no a cualquier precio. La institución debería llevar a cabo lo aquí planteado, para poder pararse con la frente en alto y recuperar el cariño popular que nunca debió perder.
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