- Ediciones Alto Pogo Colección Novela (2021, Buenos Aires).
La novela policial es de aparición reciente en la historia de la literatura, del siglo XIX. El subgénero novela negra es aún más contemporáneo, de inicios del s. XX, y se ha convertido -dicen los expertos- en la literatura más visitada y recurrida del presente. Con ella el género se aleja del marco estricto del enigma policial a resolver para adentrarse en los temas actuales de cualquier sociedad: la corrupción de las instituciones, el poder desmesurado de las elites, la opacidad de los centros de decisión, la vigilancia, el dinero fácil; como las personas se sitúan frente a ello, los conflictos morales que entraña para el alma humana, y un largo etcétera.
Las aventuras de Mario Conde, del inspector Chen Cao, protagonistas de las novelas de Leonardo Padura y Qiu Xialong, y sobre todo del entrañable Pepe Carvalho, alter ego de Vázquez Montalbán, por ejemplo, son notables excusas para adentrarse en los entresijos del poder y de las miserias humanas en las actuales Cuba y China y en la España de la transición, tras la muerte de Franco.
Sangre, opera prima del escritor, músico y poeta argentino Alejandro Guyot, se mueve en ese universo y es por lo tanto una novela negra en sentido estricto. Aborda el fenómeno de la corrupción pero, sin embargo, ofrece una vuelta de tuerca porque la corrupción que presenta no es tanto de las instituciones como de los individuos.
Dante, el protagonista de Sangre, es un sujeto que vive la agobiante rutina y desesperanza de una ciudad como Buenos Aires -parecida a cualquier otra mega urbe como Bombay, Ciudad de México o Santiago de Chile- que engulle a las personas y las somete a trabajos humillantes a cambio de una paga mísera, desproveyéndolas de toda perspectiva futura. A partir de allí, el viaje del protagonista será el camino de su propia corrupción.
Vencido por el abatimiento decide emigrar a Europa, explorar otras oportunidades, lo que no es extraño hoy en ningún país y menos en Argentina que se construyó en parte con gente que emigraba de algún lado. El punto es que Dante en vez de hacer el camino de regreso a su estirpe decide sabotearla y termina por envilecerla.
Pero eso es aparente porque no es que “decida” sabotearla, en realidad no se aprecia que el personaje recorra un camino hacia los bajos fondos de su propia alma. Su viaje, sobre todo el último tramo de su estadía italiana es desesperado con puertas que se cierran y otras que jamás se abren, pero no parece ser esa la causa que empantana a Dante en la ciénaga de la corrupción. El desenlace del encuentro con un tío al que visita es inesperado. Es como si su alma hubiese estado llena de pústulas que solo aguardaban el momento preciso para vaciarse. La tensión que Guyot logra en ese episodio, la espera del lector para saber hasta donde sería capaz de llegar Dante, es uno de los puntos altos de la novela.
Además es un momento germinal. Ya nada vuelve a ser como antes y el personaje comenzará a ahogarse en su propio envilecimiento.
Como la historia familiar de Dante se remonta a la Edad Media, es meritorio el minucioso trabajo de investigación histórica que debió realizar Alejandro Guyot para escarbar en las raíces morales del protagonista. Es una historia bien narrada, que se sostiene a sí misma y que vale la pena leer, aunque nunca será grato -pero si aleccionador- descender con cualquier Dante al infierno de la degradación humana.
Abel Gallardo
Conductor del programa “Tangos en el Puerto” de Radio Portales
Valparaíso
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Interesante libro, ojalá esté pronto disponible en el territorio nacional chileno. Encuentro que no es raro que el libro se centre en la corrupción individual, mas que la institucional, cono señala el comentario, dado que la tendencia egocentrista es la característica más notoria que uno puede observar en el ethos cultural argentino. Esto se traduce en la existencia o emergencia de personajes e idolos que el imaginario colectivo coloca por sobre el colectivo, y se aprecia una cierta debilidad de las instituciones… Situación que es un tanto inversa en el caso chileno.
Muy buen punto, Juan Carrillo.