En los últimos días, las regiones de O’Higgins, Maule, Ñuble y Biobío se han enfrentado a una nueva crisis debido al impacto del sistema frontal. Seguramente, esta no es la primera vez que nos encontramos en una situación así. Recordemos los estragos que causaron eventos como el terremoto y tsunami de Dichato en 2010, y aún antes, la historia de otras emergencias naturales en nuestro país. Sin embargo, la pregunta que sigue resonando es: ¿por qué no aprendemos de estas experiencias pasadas?
Persistencia en la desatención a lecciones históricas, una característica distintiva de la naturaleza es su capacidad para sorprendernos con su fuerza impredecible. Sin embargo, la verdadera sorpresa radica en la persistente falta de preparación y planificación adecuada en respuesta a estas amenazas. Los trágicos eventos de Dichato en 2010 probablemente haya sido un punto de inflexión, un recordatorio constante de la necesidad de una acción decisiva. Pero, lamentablemente, la memoria colectiva parece volverse difusa con el tiempo, y con ella, el compromiso para implementar medidas preventivas y de respuesta efectivas.
¿Por qué seguimos atrapados en el ciclo de la complacencia? Esta falta de aprendizaje de las emergencias pasadas puede explicarse por varios factores. Uno de ellos es la actitud de “no nos pasará a nosotros”. Cuando los desastres parecen remotos, es fácil caer en la ilusión de que somos invulnerables. Además, existe un problema recurrente de descoordinación y falta de continuidad en las políticas y planes de contingencia. Las administraciones cambian, las necesidades varían y, en última instancia, las lecciones aprendidas quedan en el olvido.
El papel de la educación y la sensibilización, la clave para romper este ciclo destructivo, radica en la educación y la sensibilización continua. Es esencial que nuestras comunidades comprendan la importancia de la preparación y la respuesta efectiva ante emergencias. Las lecciones deben enseñarse en las escuelas y recordarse en la vida cotidiana. Además, es fundamental para los líderes políticos y las autoridades asumir la responsabilidad de liderar y establecer un ejemplo de cómo abordar las emergencias con seriedad y compromiso.
La oportunidad de cambio, si bien la situación actual en las regiones afectadas es desafiante, también representa una oportunidad para el cambio. La crisis puede catalizar la acción y el aprendizaje que hemos evitado hasta ahora. Debemos aprovechar este momento para reevaluar nuestras estrategias de respuesta, implementar medidas preventivas sólidas y garantizar que estas lecciones no se desvanezcan con el tiempo.
En conclusión, la actual contingencia política y emergencia en las regiones de O’Higgins, Maule, Ñuble y Biobío reflejan un doloroso patrón de lecciones no aprendidas. Esta realidad nos enfrenta a una elección crucial: persistir en la repetición de errores pasados o abrazar un cambio real y necesario. La trascendencia de esta encrucijada va más allá de estas regiones, abarcando lugares como Valparaíso, que también ha lidiado con desafíos. La disposición para aprender, la educación constante y la acción decidida son los pilares que pueden convertir estas crisis en oportunidades para un futuro más seguro y resiliente. Es tiempo de que Chile, junto con Valparaíso y todas las regiones, demuestre que las lecciones del pasado sí pueden ser la base de un mañana más fuerte.
Gonzalo Araya Muñoz
Ingeniero en Prevención de Riesgos
Departamento Gestión del Riesgos de Emergencia y Desastres SSVSA
Panelista político de FTV
(Foto portada: X/@tvalenzuelavt)
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El posterior estudio de las catástrofes siempre debería tener una actividad orientada al análisis o comúnmente llamada “lecciones aprendidas”. Por ej. Que sucedió, como se enfrentó, dificultades encontradas, acciones a implementar. Se hace? Uno de los problemas es que no se enfrentan como políticas de Estado, dado que las jefaturas rotan con cada nuevo gobierno y su plan de trabajo, si es que lo tienen, no es precisamente continuar sino que instalar su propia red. Lo vemos claramente, no obstante independiente de lo anterior, mucha responsabilidad tienen los propios habitantes de los sectores afectados al no cuidar su entorno. Basura, ampliaciones quitando espacio a los límites naturales, todo ello contribuye al daño. No olvidar que las catástrofes las provocamos nosotros si es que no respetamos la naturaleza.