En los primeros años de este siglo, conocí a un economista que se asentaba en Valparaíso, siendo uno de los mas caros asesores laborales de Chile. según El Mercurio. De a poco me enteré que fue parte de los asesores de la coordinadora sindical que presidio Manuel Bustos durante la dictadura militar de la derecha, que fue parte de la Conadi, y que renunció a la misma cuando se dio cuenta de los enjuagues que no beneficiaban a los Mapuche. Más tarde me enteré que había sido de joven detective de la PDI, y que había sido parte de los jóvenes de izquierda que se infiltraron en esa organización policial, que después tuvo que exiliarse en la Unión Soviética y trabajar de tornero mecánico junto a su amigo mapuche, Santos Millao, para luego iniciar los estudios de economista y llegar a ser uno de los encargados de equipo de economistas del Partido Comunista de Chile.

Adolfo Arrieta es un personaje que, aunque uno no esté de acuerdo con sus tesis y opiniones, lo quiere por la sinceridad con que expresa sus ideas. Siempre bien informado y tratando de que los trabajadores se educaran y se organizaran, ese fue nuestro tránsito estos años y donde se cultivó nuestra amistad: seminarios, giras para que el sector más influyente de los trabajadores en la economía se organizara y se transformara en vanguardia. No lo logramos.

Al calor de ese desafío histórico, probamos todos los mostos y también licores diversos, en particular estos últimos meses, en los almuerzos con los cofrades, en la mesa larga de mi patio. La tozudez y la soledad no permitieron que su corazón soportara un nuevo sacudón y hoy nos dejó en su forma física, porque de seguro nos acompañará hasta nuestro final, con sus anécdotas y cuentos.

Desearte que «descanses en paz» sería una ofensa; así que mejor, «nos vemos pronto».