Valparaíso

[OPINIÓN] ¡¿Pero qué te pasó Boris?! (Irene Alvear Azcárate)

El martes 6 de febrero recién pasado, cuando algunos despertábamos de una calurosa siesta veraniega y otros seguían aturdidos por la destrucción y el horrible recuento de centenares de muertos y desaparecidos en los incendios de la Región de Valparaíso, nos enteramos de que Sebastián Piñera, empresario, millonario y dos veces Presidente de Chile, fallecía en trágicas circunstancias, piloteando su helicóptero privado junto a otras tres personas. Ya sea por las difíciles condiciones climáticas, su impericia tras un almuerzo opíparo en casa de un amigo, alguna falla mecánica u otras razones (hay investigaciones en curso), el caso es que la aeronave capotó en el lago Ranco minutos después de alzar el vuelo y, de los cuatro ocupantes, tres salvaron la vida, pero no Piñera.

Tras esa muerte absurda e imprevista se vino un vendaval mediático nunca antes visto que incluso podría calificarse de obsceno. El dolor y la conmoción natural que sienten las personas ante un accidente así de trágico fueron utilizados por los medios de prensa –controlados por los mismos grupos de los que Piñera era parte– para componer la imagen de un estadista, un visionario, un demócrata; hasta un “Da Vinci” se escuchó por ahí de boca de alguien con destemplado entusiasmo.

La profusión de loores y panegíricos televisados en cadena nacional y repetidos hasta la saciedad tuvo como respuesta el típico humor chilensis, expresado en cientos de memes que intentaban equilibrar la balanza. La mayoría de las imágenes no festinaban con la muerte, sino más bien ponían el acento en que no porque alguien muera se vuelve de inmediato un santo; que el silencio respetuoso, cuyo objetivo es reconocer que toda vida que se acaba tiene valor solo por haber sido vida, también estaba siendo violado con la gran cantidad de adulaciones desparramadas, no al azar, sino directamente a la TV, que más que recordar a quien partió perseguían el claro objetivo político de limpiar imagen y reforzar la hoy alicaída plataforma ideológica que defendía el occiso.

En ese contexto y sabiendo que estaríamos obligados a presenciar el funeral en todo su esplendor, esperábamos con cierta fe el discurso presidencial. La expectativa era que este pusiera un poco de cordura a la beatificación en marcha o, en el peor de los casos, se ciñera al estricto protocolo de Estado que implica hacer los honores correspondientes, abrazar y acoger a deudos, adeptos y simpatizantes, y adelantar que queda en manos de la historia juzgar a quienes han ocupado cargos de relevancia política en tiempos difíciles con la templanza que otorga el tiempo.

Pero no. Muy lejos de eso, el presidente Boric se sumó a la estridencia del coro de lisonjeros y tildó al expresidente Piñera de “gran demócrata desde la primera hora”, sosteniendo que “siempre puso a Chile por delante”. Y como si fuera posible ir más allá del batallón de adulones que desfilaron por micrófonos de TV y radios (incluida su familia, amigos, adeptos en la fila del velorio, ex colaboradores y ¡hasta el señor que le vendía el pan en vacaciones!), declaró que las querellas y las recriminaciones –aludiendo a la situación del estallido social de 2019– fueron “más allá de lo justo y razonable”; que había que aprender de sus virtudes democráticas, y seguir su ejemplo de perseverancia y energía. Pero, ¿qué te pasó Boris?

Todos quienes hemos estado atentos a los procesos políticos que han marcado a nuestro país en los últimos 15 años sabemos que NO estamos hablando de un santo. Que la figura de Sebastián Piñera es, por decir lo menos, controvertida. Y que no porque se haya muerto en un trágico accidente eso va a cambiar. Sebastián Piñera Echeñique fue elegido dos veces presidente de Chile por voto popular, pero es difícil calificar sus gobiernos de buenos, y en las dos crisis más importantes que tuvo que enfrentar (estallido social y pandemia de Covid-19) su desempeño es menos que mediocre.

En el caso del estallido, cabe destacar que fueron varios los desaciertos de su gobierno que gatillaron el descontento social, y el saldo son varias decenas de muertos y miles de heridos, incluidas unas 450 personas con trauma ocular severo que aún no tienen respuestas ni tratamientos adecuados. Aunque se alegue que no fue él quien apretó el gatillo, el hecho de haberle declarado la guerra al pueblo de Chile lo hace inmediatamente responsable de todo lo sucedido. Tanto así que, a fines de 2020 (sumada la pandemia), la aprobación a su gestión había caído al nivel más bajo para un Presidente desde el retorno a la democracia. En cuanto a la pandemia, cuya gestión ha sido calificada por sus fans como “extraordinaria”, las evaluaciones no son uniformes y admiten cuestionamientos y críticas. El Gobierno manipuló cifras (a la baja), no entregó las ayudas necesarias a tiempo, al punto de que las personas se vieron obligadas a recurrir a sus fondos previsionales, y fomentó negocios turbios con las residencias sanitarias; la rapidez del país en acceder a vacunas se debe a muchos factores, algunos de gran relevancia y poca difusión, como los vínculos de las universidades chilenas con laboratorios chinos que permitieron realizar pruebas de algunas vacunas a cambio de acceso temprano y menores precios.

El presidente Boric sabe todo eso de sobra. Es más, hace solo un par de años, cuando era candidato y Piñera presidente, declaró para que lo escuchara todo el país: “Señor Piñera, está avisado, se le va a perseguir por las graves violaciones a los DD.HH. cometidas bajo su mandato” (solo le faltó el dedo acusador para emular a Lagos cuando le habló a Pinochet en cámara). ¿Se referirá a eso cuando dice que las recriminaciones fueron “más allá de lo justo y razonable”?

Es un misterio. Como lo es también su decisión de ofrecer un discurso adulador e innecesario, que traspasa los límites del respeto y el decoro; porque, al hacerlo, le falta el respeto a los cientos de miles de chilenos que consideramos que el expresidente Piñera es el epítome de la desmesura, de los privilegios, del abuso empresarial, del individualismo, de la codicia y del aprovechamiento; (miles de los cuales estaban en el Estadio Nacional el domingo 11 de febrero y expresaron claramente lo que piensan). Se trató de un pragmático que forjó su fortuna gracias a la especulación financiera, con prácticas en el límite de lo legal o incluso traspasándolo; que usó información privilegiada y que decía abiertamente que todo en una sociedad puede ser convertido en negocio.

Las palabras del presidente Boric le han valido fuertes críticas desde su propio sector. Más que criticar, quisiera comprender el objetivo de lo que hizo. Mucho me parece que, en su afán de buscar ser calificado de “estadista” y pensando en su propio legado a futuro, Boric perdió ya la brújula y se ve difícil que sea capaz de recuperarla.

Irene Alvear Azcárate
El Tránsito, Huasco Alto

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1 respuesta »

  1. Sra.Alvear..El Pte. Boric estuvo a la altura
    al igual que Frei y Bachelet grandes presidentes ,que nos dan lecciones de gente, sin ser polica me sentí orgullosa de ver un Chile unido.
    Tanta gente humilde en las calles,eso es espóntaneo.
    El odio..la envidia..nos conducen a un pais dividido.
    Un hombre que fue dos veces presidente ,es porque la gente votó por él y se merecia un funeral asi ,como lo serà el
    Lagos ,Frei y Bachelet.
    Gobernar este pais de tanto resentido
    tiene su costo.
    Bien Pte. BORIC…

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