[CRONICA] Sostiene Pacheco: Sobre héroes y tumbas

Sostiene Pacheco que cuando la editora le encargó un informe sobre las Fuerzas Armadas chilenas para un reportaje a concho, un escalofrío recorrió su espalda. En un país donde dichas instituciones durante 17 años de dictadura cometieron todo tipo de crímenes, los cuales en su inmensa mayoría se encuentran impunes; y en donde, además, durante 28 años de seudo democracia ningún gobierno ha puesto coto a sus privilegios y delitos consagrando su carácter de intocables; el escalofrío es absolutamente justificado. No es llegar y adentrarse, así no más, en su mundo paralelo sin grave riesgo para la integridad personal. Es evidente que para tal objetivo necesita pensar y actuar cuidadosamente.

Ensimismado, baja lentamente las escaleras del edificio del diario, enfila por Clave, dobla por Serrano y va por su capuccino del medio día a la Tetera Mágica.

Instalado en el segundo piso del local, Pacheco abre en la pantalla de su notebook ventanas y más ventanas con fraudes y crímenes de lesa humanidad. Por lo mismo, comprende que lo más sensato es comenzar su informe relevando las gestas heroicas de las FFAA, a modo de amortiguación de la historia negra que predomina. Pero esas gestas heroicas corresponden a la Guerra del Pacífico, la que ocurrió hace 132 años. Por lo demás, es un tema manido, lo que resta atractivo periodístico a su relato. La estética es lo primero, le diría su amigo Iván, así que decidió saltarse la amortiguación.

Sostiene Pacheco que el choreo perpetrado por altos oficiales del Ejército, Marina y Carabineros, a través de sus respectivas Mutuales, le aparecía como el corolario natural de las prácticas delictuales de quien fuera su Capitán General hasta el cambio de régimen en 1990. Las Mutuales son una buena arista para abordar el tema, y si a ello le suma el fraude de los viáticos del Ejército, conforma un cuerpo lo bastante sólido para evidenciar la corrupción desatada.

Sostiene Pacheco que a medida que profundiza en su lectura sobre los chanchullos del alto mando de “nuestras gloriosas Fuerzas Armadas”, más claro le queda que, como ocurrió con el mafioso Al Capone, estos altos oficiales caerán en manos de la justicia por sus delitos financieros. Piensa, entonces, que su Informe puede ayudar en esa noble misión, y se imagina a sí mismo como uno de los hombres de Eliot Ness tras la captura de los mafiosos. Luego recuerda como varios de aquellos legendarios Intocables fueron cruelmente asesinados y nuevamente un escalofrío lo recorre, esta vez, de pies a cabeza.

Es así que su atención se dirige -inevitable- a la ventana de su notebook titulada Fuerte Aguayo. Esta base militar de los gringos (y aquí hablamos de asesinos en serie), instalada en Concón en el primer gobierno de Piñera, es la prueba irrefutable de como “nuestras Fuerzas Armadas” concomitan -como en los viejos tiempos- con las Fuerzas Armadas yanquis, expertas en la Doctrina de Seguridad Nacional; o sea, en la guerra contra el enemigo interno; o sea, contra todos los que buscan cambios políticos que favorezcan a las mayorías pobres y marginadas; o sea, ¡contra el bando en el que milita él!

Un espresso doble se hizo necesario para contener sus angustias (Pacheco dejó de fumar hace 5 años, por lo que el café es su forma de desangustiarse).

Un cuadro estadístico con las bases militares del Imperio en América Latina pone a Chile en el mapa de la deshonra, junto a Colombia, uno de los países más ricos en mega recursos y biodiversidad, y el (oh, sorpresa) con más bases militares yanquis. Chile, además, aparece justo debajo de Colombia como los dos países con más militares en la Escuela de las Américas, que es donde el Imperio adoctrina y entrena a sus lacayos para que le resguarden sus intereses, ya sea con golpes de Estados o crímenes selectivos.

Juan Pablo Jiménez, Macarena Valdés, Alejandro Castro son nombres que resuenan punzantes en la cabeza de Pacheco. ¿Quién los asesinó? ¿Sicarios del empresariado que se ven afectados por sus acciones de denuncia y resistencia? ¿O habrán sido “expertos” en las técnicas aprendidas en la Escuela de las Américas? El asesinato selectivo para causar impacto y amedrentamiento en el entorno de la víctima es un recurso viejo de los aparatos represivos de regímenes totalitarios. El tema espeluznante es que se sigue aplicando en el Chile “democrático”.

Sostiene Pacheco que las imágenes de los generales Schneider y Prats asesinados, remarcan el hecho que los lacayos no se detienen ante nada; que en su indignidad son capaces de eliminar a miembros de su propia familia y, de pasadita, como dice el Pato, por migajas besar la bota sucia que los ultraja.

Precisamente Schneider y Prats, dos generales intachables, constitucionalistas, republicanos, no son sujetos de homenajes al interior del Ejército, pero si lo son los asesinos como Silva Renard y Krassnoff Martchenko. Esa es la esquizofrenia que atraviesa la historia de las FFAA chilenas y de la República que cobija a los “demócratas” de derecha e “izquierda”.

Mientras Pacheco escala en su indignación, sus tripas reclaman algo sólido. Son las cuatro de la tarde. Momento de encaminar sus pasos a El Poder de Dios, local de su amigo Marcial con suculentos y baratos platos de comida, y una atención esmerada y dialogante. Sí, necesita desenchufarse un poco de los dramas terrenales y satisfacer su apetito. Qué mejor que El Poder de Dios para ello.

Sale cerca de las seis rumbo a la estación Puerto con dos piscolas en el cuerpo ofrecidas como bajativo por su amigo Marcial. Pasa frente al Monumento a los Héroes de Iquique. Prat, gallardo, en lo más alto, mirando en lontananza hacia el cerro que vio nacer a Pacheco. Que tremendo personaje Arturito -murmura. Nada que ver con el beodo mequetrefe de Toribio -sentencia.

Tres horas de viaje hasta La Ligua le permiten revisar sus apuntes. Tiene plena consciencia que se meterá en las patas de los caballos si la editora deja pasar su Informe para armar el reportaje. No obstante, Pacheco, hombre de montaña, gusta de los riesgos; sobre todo si estos se emparentan con la siempre esquiva justicia.

Ya en casa y antes de cenar con su amada, decide tomar una ducha. El beso de bienvenida de Pompeya había insinuado un erótico panorama pos cena, y había que estar en condiciones, porque Pompeya no perdona.

Cuando sale del baño, Pacheco encuentra a su compañera leyendo afanosamente los apuntes del Informe. ¿Qué es todo esto? ¿Piensas publicarlo? -inquiere su amada. Pues, sí -responde Pacheco. ¡¿Tú estás loco?! Por mucho menos estos hijos de puta te suicidan, y tú quieres publicar esto, ¿ah? ¿Tienes pasta de mártir ahora? Mientras intenta explicarle que todo el material tiene respaldo, que no hay especulación, ni juicios personales (bueno, unos pocos), Pacheco ve como su noche erótica se va al carajo. Pompeya está realmente enfurecida. Si quieres escribir sobre los milicos, habla de la próxima expedición a la Quebrada del Diablo. El Ejército y la Aviación harán un nuevo intento para encontrar los restos del teniente Bello. Si quieres vas a cubrir tú mismo la expedición, a ti que te gusta la montaña y esas cosas. Conoce a los milicos, hazte amigo de ellos, aunque te revuelva la guata. Eso es preferible antes que tu reportaje kamikaze. Pero a mi Tito me contó que al teniente Bello lo habían abducido los marcianos -acotó Pacheco. ¡Qué importa!          -exclamó definitivamente enojada Pompeya. No entiendes nada -concluye y se va al dormitorio.

Sostiene Pacheco que después de cenar solo y angustiado por los placeres anunciados y desvanecidos, enciende el notebook y googlea teniente Bello. Luego se va a acostar junto a Pompeya que simula dormir volteada hacia la pared.  Lee un rato en silencio y, finalmente, pregunta con voz suave ¿Tú crees que tu tío Enrique me pueda conseguir un cupo en esa expedición? Pompeya voltea desnuda y con una gran sonrisa responde sensual -por supuesto, mi amor. Venga para acá ahora.

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