El aprovechamiento de la élite económica de esta crisis sanitaria planetaria es realmente repugnante. Ya antes lo venían demostrando -con el gran negocio de la sequía y el acarreo del vital elemento en camiones aljibes financiados por todos chilenos por más de 10 años, con el déficit de la vivienda y la construcción de los guetos verticales, como ejemplos- y ahora con el arriendo del Espacio Riesco para hospital de emergencia por 26 millones de pesos diarios.

Capítulo aparte merecen las AFP que, sabiendo que existía una pandemia global y que esta afectaría a las bolsas y acciones económicas de estas. Todas las inversiones fueron desastrosas y han provocado, hasta ahora, una pérdida de 25 mil millones de dólares de los ahorros de todos los chilenos y chilenas, sin que los tribunales, el presidente, sus ministros y menos el Congreso hagan algo para poner a resguardo los dineros de los trabajadores.

El otro lado de la moneda nos muestra un movimiento social desorientado, sin iniciativa política, sin capacidad de respuesta, con organizaciones súper estructúrales sin ninguna conexión con los millones de trabajadores que deben salir a trabajar y a infectarse, para seguramente morir en un colchón de plástico y no en esas camas que lucen las fotos del Espacio Riesco, propiedad de la familia Riesco Larraín.

Al igual que para la eclosión social de octubre, la lacra política dictó leyes represivas sin resolver ninguna demanda de la calle. Hoy los anuncios van en la misma dirección, colocan sobre los hombros de los trabajadores y de la población más desvalida el costo de la crisis sanitaria, mientras ellos hacen negocios a costa del sufrimiento de millones. Pero no importa, los militares están en la calle y tenemos toque de queda, como si con eso se pudiese parar la infección.

La pregunta es ¿seguirán los trabajadores cual ovejas al matadero soportando tanto abuso? ¿Seguirán creyendo el discurso “quédate en casa”, como si el Estado fuera solidario con los que menos tienen? Lo más seguro es que sí, seguirán esperando que algo pase; es más, aportaran a la Teletón y no se les ocurrirá llevar ayuda a los hospitales y centros médicos para contener al bicho maldito.

Falta la vanguardia, falta hacer política, falta entender que las clases sociales no han desaparecido y que debemos resistir con lo que tengamos, con lo que seamos capaces, pero debemos hacer algo. Vergüenza será decir a nuestros nietos que nos quedamos en casa con susto porque un bicho nos podía matar.