[OPINION] No al “apernamiento” de los jueces (Gato Dequinta)

Los ministros de la Corte Suprema han puesto el grito en el cielo frente a las propuestas que circulan en la Convención Constitucional, de limitar el período de ejercicio de los jueces en sus funciones.

Las iniciativas buscan establecer un plazo máximo de entre 10 a 15 años de funcionamiento de los magistrados, tal como tiene límites, por ejemplo, el Fiscal Nacional, lo que es rechazado con histeria por los interesados.

“Las juezas y jueces de la Corte Suprema durarán quince años en el ejercicio de sus funciones o hasta que cumplan setenta y cinco años”. Eso es lo que dice la iniciativa de norma N° 220, que establece la estructura y composición del Poder Judicial y que fue aprobada en general por la Convención Constitucional el lunes 24.

Otra propuesta aprobada, la número 90, indica que “la Corte Suprema se compondrá de veintiún ministros, que durarán 10 años en el ejercicio de sus funciones o hasta cumplir los 75 años de edad”.

En tanto, la iniciativa de norma 319, también aprobada para su discusión, propone un límite de 10 años para la Suprema y de 8 años para las Cortes de Apelaciones.

Actualmente, los jueces que llegan a las Cortes de Apelaciones y a la Corte Suprema ejercen hasta que cumplen 75 años.

La Corte Suprema sacó una larga declaración pública, citando hasta a la ONU y a la Unión Internacional de Magistrados (es decir se ampara en una defensa corporativa) y en la que reclama que tales iniciativas son una amenaza contra la inamovilidad de los jueces. En síntesis, derechamente plantea que hay que mantener su “apernamiento”.

RÉCORD DE PERMANENCIA

El que lleva el récord en la Suprema es el ministro Sergio Muñoz, quien fue designado en el 2005. Este año cumple 17 años en el cargo y le quedan todavía 10 años más por cumplir hasta que jubile. Es decir, si no cambia la norma, estará nada menos que 27 años en el puesto.

El recientemente nombrado ministro Jean Pierre Matus, estará 21 años pegado en el cargo, hasta que se retire el 2042.

Otro caso es el de Gloria Ana Chevesich, que jubilará el 2033, tras permanecer 20 años en el cargo. Mismos años que estará Ángela Vivanco, 20 años, hasta que jubile el 2038.

Adelita Ravales cumplirá 19 años cuando jubile el 2039. Similar período estará Ricardo Blanco, cuando se vaya el 2029. Y Andrea Muñoz estará 18 años, hasta el 2032.

ALTOS SUELDOS

Una de las razones por las cuales estos ministros no quieren “soltar la teta” es por el elevado sueldo que reciben. En el 2018, según un informe del Congreso Nacional, un ministro de la Corte Suprema recibía 9.349.856 pesos brutos mensuales. Es decir, en solo un año ganan más de 100 millones de pesos. Entonces, si multiplicamos ese sueldo por todos los meses y años que estarán apernados en sus cargos, es fácil concluir que se harán millonarios a costa de todos los chilenos.

Pero no solo es el dinero, que ya de por sí es una cantidad enorme. Los supremos son casi intocables, por cuanto se necesita aprobar una acusación constitucional en la Cámara de Diputadas y Diputados y luego un alto quórum en el Senado para echarlos del cargo.

Respecto de la influencia, la ejercen y la reciben. Donde quiera que vayan, sus nombres pesan. Todos quieren ser sus amigos. Pero también son influenciables. Por ejemplo, la masonería. Aunque de capa caída en los últimos años, todavía hay jueces masones en el Poder Judicial. Otro tanto son las facciones de la Iglesia Católica, como el Opus Dei, Schoenstatt, Legionarios de Cristo y otras sectas de ese tipo. Allí también están sus amigos.

AMIGUISMO, COMPADRAZGO E INFLUENCIAS

El principal problema de que los ministros de la Suprema se apernen en los cargos es la penetración del amiguismo, el compadrazgo y las influencias, adquiridas a lo largo de los numerosos años que permanecen en sus puestos, en la toma de las decisiones judiciales. La posibilidad de que resuelva así en favor de un amigo, “hermano” o cófrade, es decir, un clientelismo nacido y fortalecido a lo largo de muchos años, es una amenaza real para el chileno común y corriente.

Eso es lo que las iniciativas que están en discusión en la Convención Constitucional pretenden terminar y por las cuales los supremos han gritado en contra, porque saben que es la daga de plata que les podrían quitar sus privilegios e influencia.

Entonces, lo más sano y transparente para este nuevo Chile que cambió es que el Poder Judicial también se adapte a los nuevos tiempos y deje atrás su retrógrada posición.

 

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