Mucha agua, o mejor dicho “fuertes marejadas”, han corrido bajo el puente desde que el 25 de octubre de 2020 cuando una abrumadora mayoría de chilenas y chilenos decidieron, a través de un plebiscito, que se redacte una nueva Constitución vía una Convención Constituyente.
Ciento cincuenta y cinco representantes fueron elegidos por la ciudadanía, para elaborar y olvidar la Constitución de 1980, engendrada por la Dictadura de Pinochet. Pero lo que empezó como un proceso cargado de simbolismo y esperanza, con un grupo representativo, con pueblos indígenas protagonistas y paridad de género, poco a poco se fue desinflando con la falsa enfermedad de Rojas Vade, un progresismo dividido y errático y –sobre todo – una derecha reacia a todo cambio y una prensa fuertemente crítica.
Son más de mil doscientas normas a aprobar, por los dos tercios de los convencionales. Resalta la reforma a la salud, los derechos reproductivos y la polémica nacionalización del cobre. Gran revuelo ha alcanzado –sobre todo entre los incumbentes – la disolución del Senado y su reemplazo por una Cámara de las Regiones. Expectativa también generan las reformas laborales, en un contexto de inflación inaguantable, baja generación de empleo y desarrollo económico.
Las propuestas de la Convención han sido amasadas con mucho conflicto, los reclamos por la falta de cohesión, dentro de los mismos constituyentes y una rápida fragmentación, unida a lo que muchos interpretan como extremismo en las indicaciones, han calado en la opinión pública, donde la aprobación ciudadana parece caer estrepitosamente, al menos es lo que dicen las encuestas.
Se pidió un nuevo plazo para presentar el proyecto de una nueva Carta Magna; si no se cumple, seguirá rigiendo la Constitución de 1980. La suerte del Presidente Gabriel Boric también pende de esta Convención, sobre todo para dar cuerpo a su reforma a la Salud y al ámbito laboral.
Este 4 de septiembre, cuando se vote por la aprobación o no de la nueva Constitución, emergerá un nuevo Chile, gane quien gane. Con el voto obligatorio, los chilenos y chilenas –y extranjeros avecindados- decidiremos el país que queremos. Quizás los avatares de este proceso pesen en el resultado final, pero las convicciones, la esperanza y la reconocida sabiduría de la gente de seguro serán más fuertes que marejadas y vaivenes constituyentes.
Carlos Schneider Yañez
Odontólogo y Magister en Gestión en Salud
Universidad de Chile
M.B.A. Tulane University (USA)
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