Las movilizaciones sociales del 18 octubre de 2019 dejaron en evidencia la crisis social de legitimidad, abuso y un agotamiento del Estado privatizador de derechos y una sociedad excluyente y desigual que no recoge las necesidades de quienes viven de su fuerza de trabajo.
También visualizó lo precario que están las comunidades y sus organizaciones de base; la falta de participación vecinal es el reflejo del distanciamiento, desde las instituciones del Estado, para resolver de forma eficaz las necesidades postergadas, con una mínima inversión en servicios básicos, infraestructuras públicas y equipamientos comunitarios de parte de la institucionalidad neoliberal.
Desde los años 80 hasta la fecha se instauró la política pública del asistencialismo con la finalidad de controlar socialmente, lo que terminó calando en los diversos barrios del país. Con ello, se impuso el trabajo de las ONG y fundaciones, usurpando el rol histórico de las juntas de vecinos y demás organizaciones de pobladores/as como espacio de encuentro primario de las poblaciones y comunidades.
Dentro de unos días comenzará nuevamente la discusión constitucional, instancia donde se tomarán decisiones sobre el futuro de nuestro país para los próximos 50 años, la que desde ya no incorpora mecanismos de vinculación a fin de que efectivamente se vean representados los intereses de la población y no sólo de aquellos que concentran la riqueza y administran la economía neoliberal. Ejemplo de este fracasado modelo es la llamada transición. No podemos permitir que sólo nos llamen, a partir en un acto de formalidad, para votar por aprobar o rechazar una nueva Constitución, que seguramente vendrá acompañada de una millonaria campaña publicitaria para engañar a la población.
En tiempos de incertidumbre y dispersión social en nuestro país se requieren organizaciones vecinales con conciencia de clase que guíen y orienten, agrupen la fuerza vecinal, y conquisten un sistema con democracia participativa que refleje sus intereses y aspiraciones y que retome el debate de los temas de derechos sociales y económicos en sus comunidades, pero con participación vinculante, con poder.
No podemos seguir reproduciendo una estrategia organizacional que está agotada y que sólo mantiene el asistencialismo y clientelismo, bajo las leyes 19.418 y 20.500, pues si buscamos resultados distintos, no podemos ser continuidad de estructuras organizacionales perpetuadas en el tiempo que sólo sirven para desmovilizar y contener los problemas vecinales.
El gran desafío que tenemos como juntas de vecinos y organizaciones territoriales, de pobladores/as es ser organizaciones que jueguen un rol cada vez más preponderante en el desarrollo económico, social, deportivo, cultural, medio ambiental y recreativo de nuestras poblaciones y barrios, exigiendo participación en la toma de decisiones, generando instancias organizacionales que permitan unificar a los vecinos y vecinas, que aumenten la participación barrial y generen conciencia política de la fuerza que tenemos los pobladores y pobladoras.
Las juntas de vecinos de la comuna de Valparaíso aún tenemos tarea por delante para conquistar una vida digna en nuestros barrios. Es algo que depende del trabajo unido de nuestras organizaciones. Fortalecer el poder vecinal es, en definitiva, el motor que nos guiará hacia el progreso de nuestras poblaciones.
Pablo Córdova Valenzuela
Dirigente de la UNCO – Unión Comunal de Juntas de Vecinos y Vecinas de Valparaíso
Secretario de la Junta Vecinal Pablo Neruda, Rocuant
Miembro del Movimiento por una Vida Digna para Todas y Todos (Movidig)
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