(Por Juanita Chacón Snow)
Durante el mes de octubre, el Comedor 421 de la Iglesia La Matriz realizó una “tallarinata solidaria” para recaudar fondos para dicha obra social. A la actividad llegaron no solo parroquianos y vecinos de Valparaíso, sino también personas de otras ciudades, incluso algunos del extranjero.
Tal fue el caso de una pareja de chileno-alemanes de visita en el país quienes no dudaron en compartir un plato de tallarines junto a quienes diariamente llegan a almorzar al comedor. “Somos chilenos, pero hemos vivido casi todas nuestras vidas fuera del país”, nos comenta Dieter Typke. “Supimos de esta tallarinata por el diario. Conocíamos este lugar porque le permitieron a Dieter un día ocupar el baño. En agradecimiento hicimos una donación de 10 dólares… para que se acordaran de nosotros la próxima vez que viniéramos a golpearles la puerta y nos dejen usar el baño de nuevo”, cuenta entre risotadas Liliana Konhauser.
El Diario La Quinta también estuvo en el almuerzo solidario, oportunidad que aprovechamos para conversar con el párroco Gonzalo Bravo quien encabeza la Corporación La Matriz, bajo cuyo alero funciona el comedor.
Lo que comenzó con una simple pregunta (¿cómo partió todo esto?) terminó siendo una conversación no solo sobre la labor realizada en La Matriz sino también de la contingencia política y los cambios que ha vivido el barrio Puerto, especialmente en los últimos años… Algo muy típico del curita, según nos comentaron después quienes lo conocen.

El “cura Pepo”, defensor de los Derechos Humanos durante la dictadura y párroco de la emblemática iglesia La Matriz de Valparaíso entre 1991 y 2006
“Nosotros somos un comedor súper antiguo que inició el padre Pepo (José Gutierrez, 01/03/1930 – 02/10/2017), en realidad lo hizo él”, nos relata el padre Gonzalo. “Era una persona que así que como se engrupió con Dios, de viejo, y dijo: sí, muy buena onda el amor a Dios, pero hay que concretizarlo, y salió en las mañanas a darle sanguchitos a los cabros que estaban acá fuera. Después habilitó un salón de la parroquia, y quedó chico el salón, entonces dijo vénganse para acá, que es donde funciona el comedor ahora. Esto como el año 92, 93. Ahí empezó”.
¿Y cómo se mantiene?
Por la buena onda, no más. Acá no hay ninguna empresa, ni el Estado; la pura iniciativa de la gente. Lo que es muy lindo para nosotros, porque somos un comedor popular-popular. Las personas son las que les dan comida a las personas. Nosotros hacemos de mediadores no más. Lo otro bonito es la cantidad de voluntarios que hay. Caleta de voluntarios. Todos los días hay distintas personas, los grupos funcionan súper autónomos. Los fines de semana vienen colegios, algunas universidades. De repente llegan cabros súper inyectados, saliente de caña, pero le ponen bueno. Es un espacio súper bonito.
El comedor funciona todos los días…
Sí, gracias a Dios, funciona todos los días, e incluso en invierno funciona desayuno y comida. Ahora estamos solamente con la comida, porque no nos da tanto para tener todos los días el desayuno.
Hoy hubo almuerzo, uno con un objetivo en particular…
Si, fue especial porque necesitamos hacer algunas reparaciones. Tenemos que arreglar un baño.
(Al lado del baño está “el ropero”, un centro de acopio de ropa). “El ropero es una instancia donde la gente trae su ropa, aunque lamentablemente la mayor parte no sirve, la gente es súper inescrupulosa, pero hay señoras que las parchan, las arreglan, le hacen a la conversa, y eso también les sirve a ellas mismas”, nos explica. “Yo creo que este es un espacio comunitario por excelencia”.
¿Los productos para preparar las comidas, cómo los consiguen?
La gente, donaciones. Por ejemplo, hay una señora que llegó el otro día con un saco de porotos. Hay otra señora que cuando le pagan, llega con bolsitas de té. Yo sé que eso es súper significativo para ella. Para los que somos creyentes decimos que esto es providencia de Dios.
¿Y cuántas personas llegan diariamente?
Nosotros calculamos que al comedor llegan 100 personas todos los días, y el domingo vienen como 250 personas, al desayuno y al almuerzo. Acá generalmente todo es gratis. O sea, se te pide una colaboración de 200 pesos para entrar, pero si no tienes, filo. Es para que la gente se sienta digna. Ese es un concepto del padre Hurtado.
Acá no solo entregamos alimentación. Tenemos duchas, hay una peluquería, una enfermería, mucha conversa, hay un televisor. Nosotros sentimos que es como un espacio de acogida más que un comedor. Sin discriminar a nadie. A veces, cabros que están en la pasta, en la movida, que nos roban, tenemos que mamarnos el doloroso deseo de decir este cabro no, pero no podemos negarle la comida. Es una acción súper linda que está enmarcada dentro de una serie social expandida que hay en el barrio La Matriz, llevada a cabo por la parroquia y una instancia que se llama Corporación. Tenemos otros proyectos deportivos, otros proyectos sociales. Por ejemplo, tenemos más de 500 niños en un proyecto que se llama Futvalores. Tenemos una orquesta infantil juvenil, niños nuestros que hoy están tocando a Brahms, a Beethoven, extraordinario.
Tenemos programas de formación para internet para jóvenes y adultos mayores. Y todo esto funciona con voluntarios. Tenemos un consultorio jurídico que no solamente es consultorio, sino que además, gracias a la PUCV, contrataron un abogado que lleva adelante unos juicios. O sea, no solamente te derivan, sino que también te representan. Tenemos un consultorio psicológico con una psicóloga especialista que atiende algunas personas y que, a su vez, tiene alumnos en práctica; es un cuerpo súper bueno. Tenemos un centro de acogida por el tema drogas, que en Valparaíso es un problema invisibilizado. El consumo de la pasta base para nosotros es un tremendo problema; está comiéndose al barrio, está prostituyendo a los niñitos y niñitas, que las mamás y los papás no están ni ahí, porque también están metidos en la droga. Bueno, con todas las dimensiones que tu puedas pensar.
Tenemos también otros proyectos ligados a la cultura, proyectos artísticos en 19 colegios de la región y que los gestionamos a través del Ministerio de la Cultura. Tenemos unas becas para estudiar gratis en el CFT de la PUCV, esto antes de la gratuidad, ahora es más fácil, pero tenemos becas para pasajes y otras cosas. Todo esto es con gente que te lo va regalando. Tenemos un grupo folclórico con el que hicimos la Misa a la Chilena, que nos engrupimos con presentaciones distintas. Tenemos como tres o cuatro grupos de adultos mayores. Tenemos un taller de hip hop, donde Robertito la lleva, Robertito es súper querido acá, súper querido. Él es de acá de Cajilla.
Tenemos una feria de microemprendimiento, el Mercadito que también es parte de la Corporación. Tenemos, también, un programa gastronómico que con todos los restaurantes de acá estamos trabajando por elevar el nivel, el estándar, con inglés, programas Excel, con protocolos de alimentación e higiene de cocina y baños para que los clientes tengan un mejor servicio.
¿Cómo ha sido la relación con la institucionalidad, ya sea a nivel regional como comunal?
Puntualmente es buena, y personalmente también. Lo que echo de menos es que la lógica de la institucionalidad es la intervención, incluso usan esa palabra. Para nosotros la intervención es macabra. Nosotros no queremos más intervención, queremos transformación social sustentable. No queremos cortar más cintas. Por ejemplo, tenemos un proyecto educativo, a nosotros nos encantaría que la Blas Cuevas fuera una escuela de la comunidad. Nosotros estamos ofreciendo un programa de educación alternativo, pero no tenemos la reacción de la gente de la Muni, de la Cormuval, donde nos podamos sentar y explicarle nuestro proyecto. Siempre como que estás medio compitiendo con algo que te puedan ofrecer, y yo creo que acá es radical cambiar la educación. Lo mismo que la dimensión de la droga; aquí todos sabemos quién vende y quién compra. En todos los barrios. Yo estuve tres años en Montedónico, la Joaquín Edwards Bello, Puertas Negras; pasaba exactamente lo mismo. Todos sabemos quiénes somos. Pero hay algo allí…claro, es poco popular, pero es la única manera, creo yo, de apostar hoy por Valparaíso.
Con la apertura del Mercado Puerto y otros proyectos en el sector podrían producirse cambios en el Barrio Puerto…
Mira, yo llegué hace 10 años acá; Mercado Puerto siempre ha sido un tremendo proyecto y mira en lo que está. Ojalá que el municipio se consiga las platas. Que se la habían conseguido, que después se las negaron; hay un cuento ahí. Yo lo veo tan difícil… La demanda popular es que se instale allí de nuevo lo que había, pero ya no resulta porque no tenemos mercado, no hay gente. Según el censo de 2017, en el plan del barrio Puerto -plaza Aduana, plaza Sotomayor, el borde cerro y los alambres de púas que hay ahí- hay 177 personas. Esos son los que duermen acá, 177. Claro, no recogieron Cajilla, la falda del cerro. Entonces ¿qué potencial mercado vas a tener para que te instales con tu pescadería, con tu verdulería? Yo creo que hay que hacer algo mucho más intuitivo del punto de vista del emprendimiento. Nosotros hemos probado con el Mercadito que en Valparaíso sí se puede hacer un emprendimiento. Nos ha costado, lo hemos hecho mal, nos hemos tropezado, nos hemos peleado, como todo proceso comunitario, pero hemos demostrado que sí se puede.
Nosotros tenemos rutas turísticas, también comunitarias, en donde la mamá de la chiquitita que está llorando ahí, muestra su casa, comemos ahí, donde un poeta que es del mismo cerro habla de la poesía.
Pero aquí falta esa apuesta estructural donde pasemos de la lógica de la intervención a la transformación. Imagínate que en el barrio Puerto no hay baños públicos. Entonces nos quejamos de la caca, ¡pero ni mis hermanos, ni tú, ni yo somos cuerpos angélicos, pues! ¿Me explico? Entonces, ¿De qué estamos hablando? En cambio, en plaza Anibal Pinto hay, en plaza Victoria hay, en plaza O’Higgins hay. Entonces -y aquí viene la crítica más grande al sistema- que este sector pasó de ser barrio patrimonial, de ser patrimonio de la humanidad, a ser patrimonio de la calamidad.
¿Cómo así?
No puedes hacer nada porque todo te lo restringen. En París, cuando se hizo una pirámide en el Museo del Louvre, nadie dijo nada, porque lo nuevo y lo viejo tiene que convivir. Preservamos un patrimonio del siglo XIX, pero para nosotros como Corporación, como parroquia, como idea lo más importante de que Valparaíso sea patrimonio de la humanidad es que la humanidad sea patrimonio. Entonces, cuando yo preservo un edificio y no acojo las demandas de dignidad humana, yo creo que fracasamos. Creo que estamos sometiendo al ser humano a un segundo nivel después de las cosas. Entonces, esa dimensión no es reconocida por la institucionalidad. Lo dicen, pero no lo hacen. ¿Qué plan existe? Nosotros hemos presentado planes de integración a la CORFO para que invierta. Nosotros estamos llevando adelante -de algún modo- un plan de fortalecimiento de la inversión patrimonial para que haya viviendas sociales en Valparaíso. Con esta baja cantidad de habitantes, ¿por qué no tener viviendas sociales? Lo que puede servirle al dueño de un edificio -se le pagará lo que corresponde- el Estado podrá subvencionar, porque ese señor le va a dar platita, lo toma el Estado y lo distribuye entre los que estamos acá o queremos vivir acá. Bueno, toda esa dimensión de transformación, a mi juicio, no se está evaluando.
Tarea del Ministerio de Vivienda…
Debiera ser un actor principal acá. Hoy día el Ministerio de Vivienda va a arreglar la plaza Echaurren. Es como si yo fuera de la NASA y viniera a arreglarte las llaves de la casa. No pues, usted póngale color con la vivienda. Un Valparaíso potenciado con viviendas; un Valparaíso que tenga este emprendimiento; un Valparaíso que pueda transar primero, porque es un proceso de transacción y después de eliminación. Con la droga, un Valparaíso que tenga un horizonte distinto con una formación escolar de amplio espectro, con música, con deportes, con emprendimientos de niños; con incorporación de los adultos mayores, donde el adulto mayor pueda ser partícipe del sistema educativo; donde los papás, las mamás, los apoderados, con o sin drogas, puedan participar un fin de semana de un colegio abierto; en donde esto sea una integración permanente, eso es otro Valparaíso; y que no está lejos de construirse; puede perfectamente y debe hacerse; yo creo que es un pecado social no hacerlo. Entonces, todas las lógicas cuatroañistas, sea de la presidencia de la república, sea de la alcaldía, sea del gobierno de una junta de vecinos, que en la practica tienen muy poco poder; si no se traspasa ese límite, siempre estaremos en una condición de fragilidad como la que tenemos hoy día.
Volviendo a lo que vinimos, para colaborar con el comedor, ¿cómo se hace?
Muy fácil. Si quieres hacer que un pobre coma, ven a dejar la mercadería. Nosotros usamos mucha salsa de tomate, aceite y legumbres. Lo dejan aquí o en la parroquia. Y si quieren colaborar que vengan.
Hasta ahí llegó nuestra conversación ya que desde el comedor lo llamaban insistentemente para cantar los números del juego de lotería incluido con el plato de tallarines.
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