Los llamados escuadrones de la muerte surgieron en Brasil en la década de los sesenta como grupos parapoliciales de ultraderecha destinados a eliminar a los enemigos de la dictadura militar que se instaló en 1964. Formados por policías, ex policías, ex militares, empresarios y vigilantes de empresas de seguridad, estas bandas estaban encargadas de “limpiar” barrios eliminando niños pobres desde 2 a 15 años ante la “posibilidad” que cuando más grandes o adultos fuesen delincuentes. Estos grupos de exterminio de niños de la calle (meninos de rua), comenzaron a expandirse por todo Brasil.
Como se dijo, los asesinan pequeños, para evitar que más grandes sean delincuentes. Por ejemplo, en el gobierno del presidente Fernando Collor de Mello, en el año 1989, 445 niños y adolescentes murieron en Río de Janeiro asesinados por los escuadrones de la muerte. Los millones de niños abandonados que circulan por las ciudades brasileñas son las principales víctimas de estos grupos de exterminio. El Instituto Brasileño de Geografía y Estadística (IBGE) reveló que el 63% de los niños de 9 a 12 años que murieron en el país en 1989 fueron asesinados, porcentaje que indica que la suma de 445 se eleva a miles.
Tal es el caso de Luciano Lima da Silva, conocido como “Chino”, quien murió acribillado a balazos en el barrio carioca de Lapa. Las manos, toscamente atadas a la espalda con alambres, y el orificio de bordes chamuscados dejado por un tiro de gracia a bocajarro, en medio de la frente, denunciaban la acción de un escuadrón de la muerte. Luciano tenía 13 años y vivía en la calle desde los nueve, como millones de niños abandonados que pululan en las plazas de Río de Janeiro, São Paulo o Bello Horizonte. El IBGE calcula que 43,6 millones de niños brasileños viven en la miseria. De éstos, de acuerdo con los datos oficiales, ocho millones habitan en las calles, muchos de ellos sin la menor referencia familiar.
Estos grupos paramilitares y parapoliciales los conforman matones que han implantado clandestinamente la pena de muerte para “limpiar” las áreas turísticas de Río de Janeiro, el centro financiero de São Paulo o los barrios elegantes de Recife.
Wolmer Nascimento, un contable de 39 años, coordinador del “Movimiento Nacional de Niños y Niñas de la Calle” (MNMM), acusa de connivencia con los escuadrones de la muerte a 15 soldados de la policía militarizada y a varios funcionarios judiciales “designados por jueces vinculados a los exterminadores”. Destacó que, en casi todos los casos, se hallaron en los cadáveres señales características de este tipo de homicidios: estaban esposados, con numerosos orificios de bala y marcas de quemaduras de cigarrillos. Wolmer ha sido amenazado de muerte por uno de esos grupos y vive bajo custodia permanente de la Policía Federal.
A.S.L., una adolescente de 15 años que sobrevivió a una matanza de niños porque los asesinos la dieron por muerta, identificó a algunos de ellos. Su relato de este nuevo episodio de la sistemática eliminación de niños abandonados perpetrada por los temibles escuadrones de la muerte ha conmovido a la opinión pública de Brasil. Cuando se vieron rodeados por los cuatro hombres, aún antes de que éstos sacaran sus pistolas de calibre 45, los siete niños los reconocieron como exterminadores y comprendieron que iban a morir. Se abrazaron, llorando resignados, mientras los hombres retrocedían algunos pasos y comenzaban a disparar. Algunos muchachos cayeron enseguida, otros llegaron a correr unos pocos metros, pero los verdugos fueron detrás y los abatieron uno a uno. El último en caer tenía 10 años de edad. Después, un tiro de gracia en la cabeza a cada uno marcó el fin de la faena.
“Parecía que sentían placer al matar; se peleaban entre ellos para ver quién mataba primero”, relató más tarde la única superviviente de la matanza, la joven de 15 años A.S.L. quien, después de haber sido dada por muerta con una bala en la cabeza, logró escapar e identificar a algunos de los exterminadores.
La matanza ocurrió en la favela (barrio de chabolas) Nova Jerusalén, a 40 kilómetros de Río de Janeiro, donde es más intensa la acción de estos grupos de exterminio. Las víctimas eran algunos de esos ocho millones de niños abandonados, según las cifras oficiales, que deambulan por las calles de las grandes ciudades brasileñas donde sobreviven pidiendo limosna, lavando coches o prostituyéndose.
El ministro de la Infancia y la Adolescencia de ese entonces (1991), Alceni Guerra, por su parte, refutó la cifra de Nascimento afirmando que en los primeros 10 meses de este año fueron asesinados 293 menores, “lo que representa una mejoría en relación a 1990”, cuando los escuadrones de la muerte ejecutaron a 447 menores abandonados. ¡Una forma horrible, por parte del Ministro, de naturalizar el hecho que existan estos “escuadrones de la muerte”!
Es un problema que tiene profundas raíces sociales, aún vigente, con mucho menos intensidad que en los años mencionados y cuya solución, al parecer, no es precisamente el advenimiento a la presidencia de la República del Brasil de Jair Bolsonaro, quien ha dicho, por ejemplo: “Hay que dar seis horas para que los delincuentes se entreguen. Si no, se ametralla el barrio pobre desde el aire”.
Por cierto, primero, al hablar de “los delincuentes”, los ubica inmediatamente en “el barrio pobre”. Luego amenaza con ametrallar el barrio pobre y, como hablamos de un barrio, estamos hablando de adultos, mujeres, hombres, niños, bebés y ancianos, lo que expande la cobertura de aniquilamiento que tenían los mismísimos escuadrones de la muerte ya que se “limitaban” solo a niños.
Bien, este Presidente, extremadamente católico, ex militar y enemigo (entre otras muchas cosas) de lo “políticamente correcto”; que reivindica expedir licencias de armas “para todos”, que además aseguró: “Estoy a favor de la tortura… y el pueblo lo está también” cuando aún era diputado del Partido Progresista Reformador en 1999, a través del programa “Câmera Aberta”. En la misma entrevista defendía la necesidad de un nuevo golpe militar y aseguraba que “deberían morir 30.000 corruptos, empezando por el (entonces) presidente Fernando Henrique Cardoso”.
Un hombre que desprecia a minorías, como los negros (8%) y homosexuales, a mayorías, como mestizos e indígenas (46,7%), contribuyendo con su idiosincrasia machista atrasa –y retrasa– la valoración social femenina (52%). Teóricamente, y de acuerdo a estas cifras, Bolsonaro no hubiese tenido consenso para convertirse en Jefe de Estado del mayor país sudamericano; sin embrago, ¡sorpresa!: el ex militar es el nuevo Presidente de Brasil, habiendo obtenido una holgada victoria.
SUS “FRASES PARA EL BRONCE”
Machista:
“Jamás te violaría porque no te lo mereces”, le espetó en 2014 a la diputada del Partido dos Trabalhadores, Maria do Rosário. Reiteró el ataque dos años después, y cuando ésta abandonó la Cámara Baja prosiguió: “Quédate ahí, quédate. Hace pocos días me llamaste violador, en el Salón Verde, y yo dije que no iba a violarla a usted porque no se lo merece, además es muy fea. Bolsonaro había dicho en 1999 en Câmera Aberta.
“Lo hice bien con mis cuatro hijos. Con el quinto fallé y salió mujer”, clamó entre las risas de los asistentes a una conferencia en el Club Hebraica, en 2017. Acérrimo defensor de “la familia tradicional”. “No es una cuestión de colocar cuotas de mujeres porque sí. Tenemos que colocar gente capacitada. Si colocan mujeres porque sí, voy a tener que contratar negros también”.
Impuestos:
Por cierto, no paga impuestos: “Bobos somos nosotros, que estamos pagando impuestos. Incluso, consejo mío, y yo lo hago: yo evado todo lo posible. Si puedo no pagar impuestos, no pago”.
Odio:
“El error de la dictadura fue torturar y no matar”. (Clarísimo su pensamiento).
Esa gente, si se quiere quedar aquí, va a tener que ponerse bajo la ley de nosotros. O se van fuera o van para la cárcel. Esos marginales rojos serán proscritos de nuestra patria” (2018, a pocos días de la votación de la segunda vuelta, en alusión a los seguidores de la izquierda)
“Vamos a fusilar a toda la ‘petralhada’ (forma despectiva de referirse al Partido dos Trabalhadores) de Acre”, escenificó usando un trípode a modo de ametralladora durante un acto de campaña en Río Branco, este mismo año. Arremetió de nuevo contra ellos con uno de sus argumentos más recurrentes: “Ya que les gusta tanto Venezuela, que se vayan para allá”. ¿Le suena conocido “Chilezuela” y esas cosas?
Homofobia:
“Sería incapaz de amar a un hijo homosexual, no voy a ser hipócrita. prefiero que un hijo mío muera en un accidente a que aparezca con otro hombre por ahí”, afirmó Bolsonaro en una entrevista concedida a la revista Playboy en 2011. Los homosexuales han sido el blanco de sus críticas en otras múltiples ocasiones, como cuando explicó en un debate televisivo que “zurraría a su hijo si empezara a convertirse en gay”. “Los homosexuales lo son por consumo de drogas, solo una pequeña parte lo es por defecto de fábrica”. “No voy a combatir ni a discriminar, pero si veo a dos hombres besándose en la calle, les voy a pegar”.
Racismo:
“No corro el riesgo de que uno de mis hijos se enamore de una mujer negra porque fueron muy bien educados”
“Yo fui a una quilombola (comunidad de afrodescendientes) en Eldorado Paulista. ¡No hacen nada! Más de mil millones de dólares al año estamos gastando en ellos. Creo que ni para procrear sirven”, bramó en la misma comunidad judía, en abril de 2017. Posteriormente, matizó sus palabras en el diario Folha de Sao Paulo y comentó que “la frase fue desafortunada”, si bien consideraba que “estar en contra de las quilombolas no es ser racista, sino que estas demarcaciones descomunales no son razonables”.
Otros “caramelos”:
Bolsonaro admite que no es “el más capacitado” para gobernar, pero confía en sus éxitos dado que “Dios capacita a los elegidos”. Bien, ahora veremos como “gobierna” este “elegido de Dios”.
A propósito de Dios, los elegidos y otras yerbas, pastores brasileños de la Iglesia Universal en Argentina convocan a jóvenes (de nacionalidades brasilera, peruana, colombiana y argentina) para formar un “Ejército de Dios” para “combatir al demonio que todavía vive en el país”. En Brasil se identifican como “un ejército para matar ateos y gays”. También conocidos como: “Gladiadores del Altar”
Haciendo el saludo nazi, iglesias evangélicas (Pare de sufrir) que facilitaron la victoria en Brasil de Jair Messias Bolsonaro, crean milicias neo fascistas en toda Latinoamérica con el objetivo de imponer su fundamentalismo religioso. Con la ayuda de los poderes neoliberales de ultra derecha, elites banqueras, ultra conservadores y grupos extremadamente radicalizados, muy similares al que se refiere este artículo al principio; es decir, a los “escuadrones de la muerte”.
Por cierto, en Brasil hay 180 diputados evangélicos, quienes ahora exigen el cierre de los ministerios de Cultura y Ciencias.
¡Así comienza la “Nueva Era” brasilera: con odio, racismo, machismo, homofobia, aporofobia, muerte, abuso de poder e intolerancia absoluta! ¡Cuidado Latinoamérica, el virus es muy contagioso! Dado que el fascismo crece amenazando a la sociedad civil, la laicidad cultural y la tolerancia entre personas multiculturales. Son las amenazas más evidentes hoy, las declaran públicamente y se organizan, no sabemos cuáles son las amenazas ocultas que pueden ser mucho peores. El lector podrá sacar sus propias conclusiones.
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deberian volver los escudrones de la muerte, hay mucho trabajo por hacer.
Bolsonaro no es católica, es CRISTIANO EVANGÉLICO SIONISTA!!!