[OPINION] Condiciones para un nuevo pacto social (por Claudio Corvalán)

La agenda del día, como gustan decir la gente de los medios, se balancea entre los Cabildos Ciudadanos y un Plebiscitico, para decidir de qué manera se discutirá una nueva Constitución, incluso algunos parlamentarios han asegurado que en diciembre ya estaríamos ejecutando este plebiscito para iniciar el 2020 con el trabajo de redacción de una nueva Constitución.

Ante esto la gente se pregunta qué tenemos que hacer: Cabildos Ciudadanos, Plebiscito, Asamblea Constituyente, Parlamento Constituyente y cien preguntas que solo contribuyen a aumentar la natural confusión de estos días.

Antes de ir a estas inquietantes interrogantes quiero llamar la atención del lector sobre algo mucho más profundo y que necesita ser meditado.

El gobierno, los parlamentarios, la población todos han hablado de un “nuevo pacto social”. Pero qué significa y cómo se materializa son algunas de las interrogantes a las que intentaré dar respuesta.

¿QUÉ SIGNIFICA?

Un pacto social es la formalización de un cierto equilibrio entre dos o más fuerzas que se oponen y que combaten por sus intereses; por tanto, hablar de “nuevo pacto social” implica un reconocimiento de fuerzas sociales contrapuestas que buscan un nuevo equilibrio.

¿Cómo se materializa este nuevo equilibrio? En un documento que modifica las reglas del juego social y que llamamos Constitución.

Pero, al igual que en un pacto bélico, las condiciones que se estipularan en el nuevo pacto no son el producto de reuniones de los representantes de los bandos, sino que son producto de la posición de fuerza que cada uno de los combatientes haya logrado previamente durante sus contiendas.

Si queremos un nuevo pacto social para Chile, no podemos pensar las nuevas condiciones de vida en armonía, serán fruto de la asamblea que lo discuta, sino que fruto del nuevo equilibrio de fuerzas que el pueblo y las elites hayan logrado en la calle, en sus relaciones reales de convivencia.

En relación a esto es interesante lo que opina el historiador Luis Thielemann en “Asamblea Constituyente: Pesimismo de la razón histórica” (Mar 16, 2015, revista Red Seca): “en los casos europeos, tales notables procesos constituyentes, ciudadanos y democráticos, no fueron en sí la cancha donde se definieron los contenidos de la carta aprobada, sino más bien la expresión de que el equilibrio político previo estaba hecho trizas y que habían nuevas fuerzas sociales con capacidad de imponer sus términos”

Dicho de otra manera, lo que se resuelva no importa; sea en una Asamblea Constituyente o en cualquier otra forma orgánica, será el fiel reflejo de la fuerza que muestren los contendores en el seno de la sociedad de manera que, si el pueblo permanece unido y articulado, tiene alguna posibilidad de conseguir un mejor trato con las élites de este país, pero si el pueblo deja el problema de negociar las nuevas condiciones de vida solo en manos de una Asamblea Constituyente, y deja de permanecer vigilante y en actitud de fuerza, es altamente probable que repitamos las mismas condiciones actuales con otros nombres.

Si esto lo hubiésemos estado discutiendo hace un par de años, se podría asegurar que, por más que hubiésemos concurrido a una nueva Constitución, en cualquier forma orgánica de discusión, las condiciones de dominación establecidas en ella hubiesen sido similares a las actuales. Pero, después del enorme despliegue de fuerza popular demostrado en los últimos días, podríamos pensar que al menos las condiciones de negociación han cambiado y que tenemos algunas reales posibilidades de negociar un nuevo pacto social más justo para el pueblo.

Ahora volvamos a las preguntas sobre nuestro derrotero, para conquistar los derechos que nos han sido arrebatados y que merecemos.

Debemos concentrar nuestras fuerzas en construir la mayor cantidad de cabildos ciudadanos a nivel barrial, comunal, provincial y nacional, no solo para debatir los contenidos del nuevo trato, sino que fundamentalmente para construir una organicidad popular capaz de responder ante la negociación que se avecina.

La tarea que se avecina no es que cada ciudadano se convierta en un experto constitucionalista, ni siquiera que sea capaz de deshacer las muchas trampas escondidas en nuestra actual Constitución. La tarea que se nos avecina es más simple pero más ardua y profunda: debemos reconstruir el tejido social del pueblo chileno, esto es, la amistad y la confianza de los vecinos en cada territorio, la auto identificación de los ciudadanos como un cuerpo común y la voluntad de defender nuestros derechos con las herramientas que el pueblo siempre ha tenido.

Hoy hay fuerzas institucionales llamando a darnos una nueva Constitución. No nos confundamos; una nueva carta fundamental escrita bajo las condiciones actuales sería una gran solución para reflotar el sistema desmembrado, dotándolo de una nueva legitimidad que hoy no posee y sería un gran engaño para los millones que han salido a la calle. Si no logramos consolidar la fuerza que hemos mostrado en la calle, una Asamblea Constituyente puede ser una trampa para nuestros intereses y una consolidación de los intereses de las elites. De manera que, ante los proyectos del Estado que llaman a plebiscitos y Asamblea Constituyente o Parlamento Constituyente o lo que sea, debemos mantenernos alerta y saber que solo serán beneficiosos para el pueblo a condición de conseguir su unidad y mantener la voluntad de recuperar los derechos perdidos.

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