Carta a la redacción.

Desde los inicios de la historia, el humano ha ido organizando los bienes que tiene a la mano de diferentes maneras. En cierto momento, la propiedad privada se volvió la manera de organización imperante en Occidente.

Estamos en mitad de un proceso constitucional y la pregunta clave es: ¿debería seguir reinando la propiedad privada o la propiedad debería dar un giro a lo social?

Definitivamente, podemos argumentar que un Estado que no crea en la propiedad privada, o que la regule con unos parámetros muy acotados, está destinado a fracasar, como es el caso de Cuba que el año pasado tuvo un 70% de inflación (El Economista).

Tampoco podemos ir al otro extremo de laissez faire total (dejar trabajar, en francés), donde los bienes son totalmente administrados por privados. Ya hemos visto que, cuando eso ocurre, los privados no tienden a enfocarse en lo social y su objetivo tiende a ser la acumulación de capital, afectando negativamente a muchas familias en materias de salud, alimentación, educación, entre otros.

Hemos visto que no funciona ni un extremo ni el otro. ¿Qué nos queda? El centro. No sé si existe una respuesta más cliché, pero sí: el centro. Es necesario que los privados puedan intercambiar libremente ciertos bienes y servicios para permitir y fomentar el crecimiento de la economía. Asimismo, es necesario que el Estado asuma la responsabilidad de redistribuir la riqueza dándole a los más desfavorecidos bienes y servicios de primera necesidad.

Qué bienes pueden intercambiar libremente los privados y que bienes y servicios son de primera necesidad son preguntas que necesitan respuesta en el actual proceso constitucional.

Cristóbal González
Alumno CSFR