Valparaíso

[OPINION] El “foquismo” en la Araucanía (Gato Dequinta)

El “foquismo” que impulsan diversos grupos de inspiración mapuche en la Macrozona Sur, como la Coordinadora Arauco Malleco, (CAM), la Resistencia Mapuche Lafkenche, Weichan Auka Mapu (WAM), la Resistencia Mapuche Malleco (RMM), Liberación Nacional Mapuche (LNM), entre otros, está destinado al fracaso. La historia ha demostrado que todas las tácticas guerrilleras que no cuenten con el apoyo masivo y decidido del pueblo acaban siendo movimientos estériles.

El origen del concepto “foquismo” está en la obra “Guerra de guerrillas”, escrito en 1960 por Ernesto Che Guevara, en la que plantea los principios generales de la lucha guerrillera. El principal es el siguiente: “No siempre hay que esperar a que se den todas las condiciones para la revolución; el foco insurreccional puede crearlas”.

El foquismo es el nuevo blanquismo surgido en América Latina a partir del Che, pero ha fracasado en todas partes.

El primero que fracasó fue el propio Che Guevara en el Congo y después en Bolivia. Fracasaron los Tupamaros en Uruguay y los Montoneros en Argentina. También fracasaron las FARC en Colombia; el FMLN en El Salvador, el Ejército Zapatista de Liberación Nacional en México y el Sendero Luminoso en Perú, cuando trató de hacer la revolución en la selva peruana.

¿Por qué fracasaron? Principalmente porque se alzaron como un grupo de iluminados que harían la revolución, sin contar con la participación masiva y consciente del pueblo. Masivo apoyo con el que contaron los guerrilleros en Cuba y Nicaragua, que permitieron revoluciones exitosas.

Esto significa que los que fallaron no aplicaron correctamente el marxismo como instrumento de interpretación de la realidad y que fueron llevadas al extremo por Lenin, de que el partido es la vanguardia organizada del pueblo. Iban tan adelante, que se alejaron demasiado de las bases y creyeron que las masas los seguirían como corderos al pastor.

El fanatismo ideológico cegó a estos grupos políticos. Faltó aplicar más marxismo y menos fanatismo. Para que tuvieran éxito se necesitaba mirar la realidad tal cual es y no como uno quiere que sea, es decir, ser capaz de constatar condiciones objetivas y subjetivas que indicaran que se podía vivir una situación revolucionaria.

Las condiciones objetivas estaban, América Latina se encontraba (se encuentra aún en muchas partes) sumida en la pobreza. El imperialismo yanki campeaba en el continente, las burguesías nacionales esquilmaban a los pueblos. En suma, el capitalismo vaciaba las riquezas de los países y el dinero iba a parar a las grandes empresas nacionales y transnacionales, mientras el pueblo se hundía en la miseria.

Pero ¿Y las condiciones subjetivas? El grado de organización de los pueblos latinoamericanos era muy bajo. Los niveles de alfabetización no llegaban al 40% en algunos países, lo que limitaba el adoctrinamiento. La sindicalización era más baja aún. Algunos países ni siquiera contaban con centrales sindicales. La organización campesina era insignificante, ya que primaba el inquilinaje y, en algunas zonas, derechamente había feudalismo en pleno siglo XX.

Estos grupos de “iluminados” quisieron “empujar” la revolución; apurar “el parto” revolucionario del que hablaba Fidel Castro. Pero a todos estos grupos de ideólogos se les olvidó una cosa muy importante: las revoluciones se hacen con el pueblo, con las masas conscientes, organizadas y movilizadas.

No basta con que un grupo armado se tome el poder, como pasó en Chile con la efímera República Socialista en 1932, que apenas duró una semana, porque nunca hubo un pueblo masivo y organizado apoyando ese movimiento.

EL NUEVO BLANQUISMO

Esto del foquismo no es nuevo. Ya en los tiempos de Engels se llamaba “blanquismo”, por el político francés Luis Augusto Blanqui. Engels critica su táctica política en “El programa de los emigrados blanquistas de la Comuna”, escrito en 1874.

“En su actividad política no es sino un “hombre de acción” convencido de que una pequeña minoría bien organizada, al intentar en un momento oportuno efectuar un golpe de mano revolucionario, puede llevar a las masas del pueblo, tras de alcanzar algunos éxitos iniciales, a realizar una revolución victoriosa”, expone Engels.

Y remata con una frase lapidaria: “Los que se guían por tales principios se ven, naturalmente, víctimas irremediables de las ilusiones propias. Aquí no basta la buena voluntad”.

EL FOQUISMO EN LA ARAUCANÍA

Nuevamente surge el foquismo en Chile, ahora en La Araucanía, siendo el primer grupo que lo inició fue la Coordinadora Arauco-Malleco, CAM, cuyo primer atentado lo realizó en 1997. Desde entonces este grupo ha realizado más de 200 atentados incendiarios, sobre todo contra empresas forestales.

(Estos atentados olvidan que tantos los camiones, las maquinarias, así como las cargas de madera quemadas están en su mayoría cubiertos por seguros, de manera que, en el fondo, no le hacen ningún daño a las empresas que trafican madera en la zona. Este tipo de atentado se parece a aquellos que ponen bombas en las sucursales bancarias. Allí pasa lo mismo, tanto la sucursal como el dinero están asegurados, de manera que los bancos nunca pierden. Es una táctica absurda de querer destruir el capitalismo, dinamitando las sedes bancarias. Y si vamos más atrás aún, se parece a las violentas protestas de los trabajadores durante la Revolución Industrial en Inglaterra, que destruían las máquinas que los dejaban sin trabajo, pensando que así lograrían detener el cambio de máquinas por hombres en el trabajo).

Después de 25 años de “foquismo” en La Araucanía, ¿Ha cambiado en algo la calidad de vida del pueblo mapuche en esa zona? La región sigue siendo la más pobre del país. Los centenares de atentados incendiarios no han hecho mella en la actividad productiva de las empresas capitalistas forestales. Las decenas de camiones quemados no han afectado en nada el interés rapaz del capitalismo y representan apenas una ínfima parte del millonario negocio del robo de madera en la zona, calculado en 10.000 camiones circulando al año con madera robada por los caminos del Bio Bio y La Araucanía.

Su principal líder, Héctor Llaitul, dio a conocer sus objetivos en una entrevista: “Nuestro objetivo, el sueño, es la liberación nacional mapuche”. Y declara a la CAM como anti-capitalista.

Él mismo se define como un “cuadro” político, debido a su pasado militante en el MIR y en el FPMR. Esto es relevante porque muestra la influencia del leninismo en la conformación de la CAM como movimiento y organización política.

“En mi caso, soy el producto de un encuentro de influencias. Por una parte, tengo experiencia como militante revolucionario, soy lo que la izquierda acostumbra llamar, un cuadro. Fui formado en la preeminencia de las miradas y propósitos colectivos, en la utopía del hombre nuevo. por otra parte, soy del proceso que he señalado: el regreso del weychafe (guerrero). Cumplo un rol político e histórico-cultural en el contexto de la lucha del pueblo, la nación mapuche”, dice Llaitul.

Y sobre la caracterización de los miembros de la CAM, señala que “nuestra pretensión no es constituir un ejército para que se vaya a la montaña. Nuestra lucha es de una integralidad profunda”, expone.

“El weychafe que reaparece con fuerza es, en las actuales circunstancias, antes que nada, un luchador social, un transformador de ideas, un militante; en pocas palabras, un dirigente apto para valerse de diversas fortalezas para luchar”, indica.

“El weychafe es un personaje que surge de la historia mapuche, de nuestra lucha eminentemente política y de reafirmación de lo propio. Por eso un weychafe debe ser expresión de la convicción plasmada en la formación y en el compromiso con su pueblo: porque el establecimiento del weychafe es la resistencia y la reconstrucción nacional mapuche”, concluye.

El leninismo, base doctrinaria del MIR y el FPMR en que Llaitul militó, tiene como aspecto positivo el dotar de una organización política, con una férrea disciplina y fuerte contenido ideológico.

Sin embargo, el problema del leninismo es que aleja a los dirigentes del pueblo y los convierte en una élite de iluminados, prácticamente una secta que, fruto de leer tanta literatura revolucionaria, se cree estar en condiciones de decirle al pueblo todo lo que tiene que hacer, decir o pensar. En definitiva, el partido reemplaza al pueblo y va tan a la vanguardia, que se aleja totalmente de la base popular.

También han fracasado las aventuras guerrilleras que buscaban la independencia en países democráticos. Fracasó el IRA en Irlanda y la ETA en España, los dos más conocidos ejemplos a nivel mundial.

Si la existencia de una dictadura legitima la lucha armada contra esta, en democracia ese camino pareciera estar deslegitimado. Se podrá criticar que se trata de una democracia burguesa, pero la lucha insurreccional pierde fuerza debido a que no sean ocupados aún todos los caminos legales para alcanzar el poder.

EL ROMPECABEZAS MAPUCHE

El pueblo mapuche no es uno y homogéneo, sino que está conformado por miles de comunidades y asociaciones indígenas, más otros cientos de miles de personas que no están afiliados a nada, pero que son o se sienten mapuche.

A la fecha, la CONADI tiene registradas 3.213 comunidades y 1.843 asociaciones indígenas.

De todas ellas, sólo en 200 se han registrado tomas de terrenos o enfrentamientos con Carabineros.

¿Y qué pasa con el resto? El pueblo mapuche se divide en varios grupos o corrientes de opinión, pero son dos las posiciones predominantes. Una de ellas, la asimilación, es decir, la integración del pueblo mapuche dentro del Estado chileno, con reconocimientos de su identidad, respeto a su cultura y lengua. En definitiva, son chilenos de ascendencia mapuche.

La otra posición es la de la autonomía, es decir, que el Estado les reconozca como otra nación dentro del Estado, con cultura, derechos ancestrales, salud, educación y lengua propios, con autodeterminación en un territorio determinado. Es decir, una región propia y autónoma, dentro del Estado de Chile.

Una posición más extrema, aunque muy minoritaria, es la que plantea la independencia total del pueblo mapuche de la República de Chile. Son los que sueñan con volver a realizar Parlamentos entre Chile y el Pueblo Mapuche, al estilo de los que se hacían durante la Colonia entre españoles e indígenas, recordando que España, después del desastre de Curalaba en 1598, siempre trató al mapuche como un reino independiente. Este pequeño grupo añora que se aplique el Tratado de Tapihue de 1825, cuando Chile independiente reconoció al pueblo mapuche como libre y soberano.

Además de estas corrientes principales, hay que considerar que el pueblo mapuche tiene posiciones políticas igual que el pueblo chileno. Es decir, hay mapuches de izquierda, de centro y de derecha, independientes, apolíticos, así como evangélicos, católicos y creyentes de su propia religión. Hay obreros, campesinos, profesionales, pymes, pequeños empresarios, etc., etc.

Dentro de este verdadero rompecabezas es donde pretenden operar la CAM, la WAM y las otras organizaciones de raíz indígena, que se arroga la representación de más de un millón de personas de origen mapuche, cuando en realidad, hasta ahora, solo parecen ser un centenar de cuadros políticos ultra-ideologizados, aún anclados en la Guerra Fría.

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