[OPINION] Educación con enfoque intercultural: imperativo para el Chile del siglo XXI (Silvio Becerra Fuica)

Desde los tiempos en que potencias europeas con afanes imperialistas llegaron a los territorios que hoy en día son conocidos como Latinoamérica -dentro de los cuales se encuentra Chile- llevó a que estas, por diferentes motivos, principalmente económicos, políticos y religiosos, pusieran todo su esfuerzo por instalarse en la que entonces era considerada una “tierra de nadie”, sin entrar a considerar que en dichas tierras ya existían pueblos nativos, o como se les llama ahora, pueblos originarios, quienes hacían uso de estos territorios para satisfacer sus necesidades de la forma más natural y armónica posible con el medio ambiente, etnias con las cuales no se tuvo la más mínima consideración.

Considerando que estos eran tiempos de conquistas y de anexiones territoriales para estas potencias, lograr el establecimiento de un régimen de ocupación y dominación constituía un objetivo principal que debía llegar a buen término en plazos acotados, teniendo en cuenta que los apetitos de las principales potencias europeas iban en el mismo sentido.

Como es posible entender, Chile como territorio tiene una larga historia de ocupación y dominación hegemónica que comienza mucho antes que se creara la república; hegemonismo que, con diferentes caras de acuerdo a los niveles de desarrollo económico-social alcanzados durante los siglos XIX a XXI, han seguido manteniendo con matices de diferencia esta forma de dominación – poder de uno sobre el otro o los otros- que, al modo de un realismo mágico, es de fácil aceptación y normalización, facilitando su mantención por tanto tiempo, presentando a los chilenos una realidad quirúrgicamente elaborada que en su inmediatez se presenta como grata y aceptable para los que creemos son nuestros propósitos.

En este contexto, y para ser consecuente con el título de este escrito, entendemos que una gran parte de nuestra sociedad vive al amparo de un modelo hegemónico que se cree es el soporte adecuado para el cumplimiento de nuestras metas personales y grupales, pero que dista mucho de serlo.

Un ejemplo de aplicación hegemónica en Chile lo tenemos en la instalación paulatina del modelo económico neoliberal en la década de los setenta del siglo pasado, el que se ha mantenido incólume por más de cincuenta años, sin que sus bases se hayan debilitado, lo que estaría indicando que, en cuanto poder instituido, este tipo de hegemonía ha cumplido plenamente con sus objetivos.

Frente a esta destemplada realidad, la pregunta por hacerse es la siguiente: ¿Qué se debería hacer para lograr desnudar y desarmar el poder hegemónico generado por el neoliberalismo? La posible respuesta a esta pregunta nos debería instalar en el ámbito de la educación y el conocimiento real de lo que está pasando con nuestras personas al interior de la sociedad; siendo esta una tarea compleja y de largo plazo, que son los plazos de todo cambio en el ámbito de lo educacional y, por ende, de lo cultural.

Durante las primeras décadas del siglo XXI, con énfasis en los años 2019 al 2022, coincidiendo con el estallido social de octubre de 2019 y la pandemia del COVID-19 que aún se mantiene activa, nos ha tocado ser testigos de un creciente fenómeno de inmigración que ha puesto en jaque a los diferentes gobiernos que tuvieron que hacerse cargo de esta nueva realidad; situación que mostró en la práctica no estar preparados para ello, generándose por dicha causa muchas situaciones de improvisación para enfrentar esta nueva realidad.

En esta difícil situación, el Estado de Chile tiene sobre sus hombros una gran responsabilidad con el tema de la inmigración, el que, por la gran diversidad y cantidad de personas que considera, hace que este sea un proceso complejo de asumir, al cual no se puede dejar de lado, pues ya se encuentra instalada toda una situación de multiculturalidad en que personas extranjeras con residencia legalizada, en algún momento, pasarán a ser ciudadanos chilenos con todos sus derechos y sus deberes. Teniendo en claro esto, se tiene que prever que las formas de relacionamiento social van a sufrir profundos cambios, pues entramos al ámbito de una declarada interculturalidad que, para poder sostenerse en términos sanos, obliga a ponerle la máxima atención, disponiendo para ello del llamado enfoque educativo intercultural, que es aquel que reconoce la diversidad, cultural, la existencia de diferentes perspectivas culturales, que suponen distintas formas de organización, sistemas de relación y visiones del mundo.

La inmigración ya instalada, en un primer momento producto de la necesidad forzosa de relacionarse socialmente para sobrevivir, se traduce en una dura lucha personal y asistemática por lograr en la práctica la integración cultural mínima con los nacionales, que sirva de plataforma, hasta que el Estado que acoge a estas personas comience a aplicar una política de inmigración que permita su integración a beneficios y ayudas, según sea la condición legal en que estos se encuentren.

Según esto, la comprensión y la necesidad de una inclusión intercultural es algo que sí o sí se debe llevar adelante con políticas amplias de inclusión que favorezcan a los nuevos ciudadanos, y que a la vez permitan a nuestros conciudadanos entenderlos de la mejor manera.

Finalmente, teniendo en nuestras mentes el tema migratorio –y en una especie de corolario-, como chilenos deberíamos asumir que estamos formando parte, al igual que otros países vecinos, de una sociedad que está ad-portas de profundos cambios, los que lamentablemente son difíciles de establecer y de aceptar en un primer momento, requiriéndose para ello del acuerdo y consenso ciudadano, que es el sector que deberá vivenciarlos directamente en el día a día; como también de la responsabilidad que compete al Estado, el que mediante sus poderes establecidos, debería ser capaz de ordenar y organizar la nueva forma de vida que se nos viene a los chilenos, como asimismo a todos los inmigrantes que pasarán a ser parte de nuestra sociedad.

En síntesis, y acudiendo al pensar reflexivo de Humberto Maturana, lo que Chile necesita en estos críticos momentos es “menos individualismo, menos competencia y más colaboración”.

Silvio Becerra Fuica
Profesor de Filosofía
Villa Alemana

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