[CRONICA] Sostiene Pacheco: Seis personajes en busca de autor (I) El patrón de fundo

Sostiene Pacheco que el teatro le apasionó desde pequeño. De hecho, montó su primera “obra” a los 11 años. Eso de que puedas imaginar historias y personajes que luego toman cuerpo arriba de las tablas, le resulta fascinante.

Ya más mayorcito, Pacheco, que es un existencialista empedernido, se encontró con el teatro del absurdo. Vio allí el sentido del sin sentido de la existencia humana: la falta de lógica, los límites y múltiples interpretaciones del lenguaje que dificultan la comunicación; en fin, le parecía la mejor representación de la irracionalidad de eso que llamamos civilización.

Recordó que hace casi cien años se estrenó Seis personajes en busca de autor, de Luigi Pirandello, una obra que va a ser referente indiscutible para el teatro del absurdo, el que a mediados del siglo pasado ya se reconoce como un movimiento y tiene en Beckett, Ionesco, Genet, Jarry y Pinter, algunos de sus mejores exponentes.

Sostiene Pacheco que el ingenio de Pirandello lo cautivó de inmediato y lo marcó al punto de ser recurrente hasta hoy en los juegos imaginativos que cultiva cuando su trabajo y su enamorada se lo permiten.

En el diario se había instalado la idea de escribir sobre personajes paradigmáticos de la vida política en Chile y a Pacheco le pareció era el momento de hacer un guiño a Luigi. Yo me hago cargo, señora Prat -dijo mientras levantaba la mano y dejaba con el molde hecho a Acracio, que aún no lograba aterrizar de sus vuelos del fin de semana.

Ya con la tarea a cuesta, pasó por un café al Hesperia, conversó un rato con Manuel y luego partió de vuelta a La Ligua. El viaje en tren le permitió resolver sobre quienes serían los seis personajes que lo interpelarían para construir el drama de la escena nacional. Antes de llegar a Limache tenía claro quiénes eran lxs elegidxs. El paisaje campestre ayudó -a la vez- a definir quién sería el primero.

Sostiene Pacheco que su primera reflexión sobre el tema y el personaje elegido se focalizó en cómo se reproducen ciertos patrones culturales, a pesar del desarrollo científico-tecnológico y los avances en materia de derechos humanos que ponen en evidencia conductas aberrantes cuando no criminales de quienes detentan poder. No deja de sorprenderle la incapacidad de reacción por parte de los afectados. Cómo siguen repitiendo conductas de subordinación y sumisión con toda naturalidad.

Tal es el caso de lo que ocurre en el mundo campesino chileno. Si bien la Reforma Agraria de finales de los 60, y que se desarrolló hasta el golpe de Estado del 73, fue un proceso significativo de toma de conciencia del campesinado, lo que llevó a niveles organizativos nunca antes vistos; lo que vino después del golpe no fue sólo la contrareforma, el hostigamiento y asesinato por venganza de los terratenientes que se vieron afectados contra las familias favorecidas por dicha reforma; lo que se comienza a vivir ahí es un proceso de involución a la cultura de inquilinaje que predominó por décadas en los trabajadores de la tierra. La derrota del gobierno popular y de las esperanzas del mundo pobre, incluido el campesino, implicó un salto atrás en la superación de la sumisión ante el patrón todo poderoso.

Sostiene Pacheco que, en ese contexto, el personaje que representa a la perfección el perfil del patrón de fundo en la política chilena es Carlos Larraín. Proveniente de una familia de latifundistas, casado con Victoria Hurtado, quien pertenece a una de las familias más ricas de Chile, miembro supernumerario del Opus Dei, titulado de abogado en la Ponticuica, doctorado en homofobia, financista de Renovación Nacional (por lo tanto, controlador de sus beneficiarios); tiene todas las condiciones y características que le permiten ser un patrón de fundo; o sea, alguien que impondrá su poder en cualquier coyuntura y a cualquier precio.

Es por eso que cuando Martincito, hijito de papá, conduciendo en estado de ebriedad (que no se pudo comprobar porque se dio a la fuga) atropelló y dio muerte a un hombre pobre, de manera automática se activaron las redes y recursos de los Larraín Hurtado. La historia que sigue es conocida. El médico que hace la autopsia es condenado por falsificar instrumento público, los acompañantes del niño son condenados por falso testimonio y encubrimiento, y Martincito, el verdadero culpable: libre de polvo y paja, para que siga haciendo de las suyas. En tanto, la familia del occiso, terminó con doble fractura: rota por la pérdida de uno de los suyos y rota por la oferta en dinero hecha por Carlos Larraín a la viuda, quién contra la voluntad de la familia de origen de la víctima, terminó aceptando unos cuantos millones por retirar la demanda contra el hijo del patrón. Todos tienen su precio, es la consigna preferida de la high society de la que forman parte los Larraín-Hurtado.

El cine se ha hecho cargo de temas como este innumerables veces, pero quizá el corto La Propuesta, de la película Relatos Salvajes del argentino Damián Szifron, es una síntesis perfecta de cómo funcionan estos macarras del poder. O más directo aún, como nos muestra en su película el chileno Alejandro Fernández Almendras, Aquí no ha pasado nada, que se inspira en el caso concreto de Martincito y la csm.

Sostiene Pacheco que el caso referido es el mejor ejemplo -mas no el único- de cómo opera el poder de los poderosos, y cómo la rabia del vulgo se expresa en posteos descalificatorios (csm, dixit) y creativos memes que sólo logran consagrar la impotencia de la plebe.

Cada vez que Carlos Larraín aparece en los medios de comunicación habla como si poseyera la verdad, y aunque la verdad lo contradiga en toda su evidencia, él es el patrón, y al patrón no se le discute. ¿Te queda claro, oye?

Mientras el metro-bus atravesaba por La Cruz, Pacheco se preguntaba cómo estos señores beatos resolverán en su intimidad las injusticias que van desparramando. ¿Tendrán atisbos de conciencia? Quizá ni se lo cuestionen, pero la interpelación está ahí: en la palabra de nuestro señor Jesucristo en la misa dominical, en el espejo que refleja la gotita de sangre de una afeitada imperfecta, en la leche derramada por el menor de los once hijos…

Sostiene Pacheco que durante la cena (pan con queso y café) conversaron latamente con su amada sobre el personaje en cuestión, y Pompeya, que es dulce y generosa con los que ama, pero despiadada con los que odia, espetó: Tú sabís que no va a haber nunca justicia, que se protegen entre ellos…yo mataría a todos estos wns, partiendo por este car´e momia. Si sólo de mirarlo me dan ganas de vomitarle en la cara…perdón, amor, perdón, me olvidé que eres escrupuloso.

Pacheco, que por una fracción de segundo se imaginó el rostro de Larraín embetunado por el contenido gástrico de su Pompeya, sólo atinó a decir “mmm”, como evidencia del placer y asco que le provocaba -simultáneamente- esa visión.

Pompeya, por su parte, entendiendo que era momento de cambiar de tema, de sacar a su amado de su obsesión por la pega, lo condujo al sillón, le ofreció una copa de vino, colocó unos temas de la Billie Holiday, apagó la luz, y encendió un par de velas y las pasiones siempre latentes de su Pacheco.

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