En estos temas no es fácil entrar, porque el sesgo de opinión transita en una delgada línea que termina por parecerse más al esfuerzo de un equilibrista cruzando desde un rascacielos a otro, que en el intento de un columnista por reflexionar sobre estos hechos que aparecen en la línea de fuego de la política contingente.
Lo primero que me salta a la cabeza es si este asunto es un tema de las más importantes tareas que tiene un gobierno, más todavía en medio de la crisis económica que vive la mitad de la población, a juzgar por las cifras de distribución de ingreso, del producto interno y del porcentaje de trabajadores con contrato (50% de la masa laboral).
Salvado el alcance (usted sabe lo que he planteado en otras columnas), a ninguna persona debe serle indiferente que la vocera del Presidente acuse al principal partido de la oposición de no haber aclarado qué relación tiene el PS con el narcotráfico. Textualmente señaló: “Ya no tienen pudor para tratar, a través de esta acusación, de ocultar lo que todos los chilenos queremos saber, qué relación tiene el PS con el narcotráfico”. Esa era su respuesta en una cuidada puesta en escena en La Moneda, ante el anuncio de una acusación constitucional de parlamentarios socialistas en contra de la ministra de educación.
Lo segundo, está claro que Cecilia Pérez habla por el Presidente o por el Gobierno, pero no da opiniones personales.
Lo tercero, la vocera planteó el asunto del pudor en política. Esto es lo que el Gobierno no tiene, porque desde el PS podrían señalarle con justa razón que en La Moneda carecen de pudor al tratar asuntos como el Instituto Nacional, o la reforma tributaria que le retornará a los más ricos dineros a sus bolsillos, bajo un supuesto equilibrio tributario. Qué decir de los arbolitos que han caído en año y medio de gobierno, o del escuálido crecimiento del país bajo el 2%. Pudor por un largo listado de medio millón de familias sin casa, de 2 mil chilenos viviendo en alguna carpa entremedio de matorrales de alguna plaza. Pudor por toda la falsedad inicial del caso Catrillanca, por el Presidente llamando a las fuerzas armadas de Venezuela a dar un golpe de Estado en ese país, por poner diminuta la banderita chilena dentro de la de Estados Unidos en su primer encuentro con Trump.
Lo cuarto, Pérez acusa al PS, sin ambages, de “ocultar lo que todos los chilenos queremos saber, qué relación tiene el PS con el narcotráfico”. ¿Tiene alguna relación el PS con el narcotráfico? ¿Es esto una necesaria cobertura de la denuncia coetánea que El Vaticano comunicó, al señalar que investigaba abusos que habría cometido el tío del Presidente, el arzobispo emérito de La Serena, don Bernardino Piñera Carvallo?
Cecilia Pérez, me parece, se ha inmolado por su jefe que la mandó (y – lógicamente – respaldó) a hacer tamaña acusación, sobre la que no es fácil dar crédito. Que haya influencia en barrios o comunas en la elección de un partido, incluso con narcotraficantes tratando de ganar espacios de poder no sería extraño, pero eso no tiene nada que ver con un narco partido. Sin duda que el narco puede hasta controlar ejércitos, y tampoco sería raro que lo intentase en Chile, como en otros rincones de América ya lo hizo. Cuanto más, entonces, podría querer controlar un partido político, de modo que la ministra Pérez, o sabe mucho y es necesario que lo exponga ante la justicia, o derechamente hizo la pega sucia. Hoy el PS hasta le ha pedido que se disculpe o renuncie, un tremendo gesto, porque le saldría barato disculparse, ya que salvaría el cargo y colorín colorado…
Sin embargo, los chilenos queremos saber quién la mandó a decir lo que dijo, si tiene algún antecedente de fondo que debamos conocer y saber si sus dichos han sido una campanada de alerta que ponga a salvo la política y a la sociedad toda de las garras del narco. Al PS ahora no le basta con pedir respeto o una disculpa, ha sido puesto en entredicho hasta que no se aclare el fondo. Caso contrario, este será un caballito de batalla para la próxima campaña.
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