Nuestra comuna es la que tiene mayor votación en el país en la consulta municipal que tuvo su punto cúlmine el domingo 15 de diciembre. Le siguen Las Condes y Santiago. Esta es la gente que está motivada porque Chile cambie, pero también porque Viña cambie.
La ciudad se había dormido y hay ahora una fuerza que quiere frenar el rumbo a la decadencia (al que parece encaminarse) por la falta de armonía y empatía entre los que deben gestionarla desde el municipio y los que se levantan todos los días para hacerla producir.
La gente en Viña, más allá del titular de las Victorias circulando por la ciudad, dijo lo siguiente: Convención constitucional 100% electa y voto obligatorio. Además, salud pública, pensiones dignas, y en la ciudad pavimentos, veredas, parques y puntos limpios de reciclaje, entre lo más votado. Una demanda casi unánime es una política central para terminar con los campamentos, donde somos récord nacional.
Creo que tenemos un problema estructural. Por ejemplo, la pregunta es si Viña es una ciudad que produce todo el año o se queda en el turismo y la gastronomía estival, como impulso y luego se va “con el vuelito” hasta encontrarse con un fin de semana largo para revivir. Las ideas para remecerla son variadas, pero las trabas burocráticas y malas prácticas que se han hecho públicas durante estos años, me temo, la hunden cada vez más. Hay que apoyar con decisión y trabajar codo a codo con el actual pilar económico que es el turismo y la gastronomía. Si este rubro se cae, Viña muere.
Chile está lleno de lugares que fueron esplendorosos y hoy están en el recuerdo de años dorados. Pichilemu y Cartagena aún luchan, pero su tiempo y el deterioro de esta última, sin ir más lejos, es patente. Valparaíso está ahí de pasar a ser el fantasma de una época dorada. Y Viña camina hacia allá si no hacemos algo, junto al Puerto y a las comunas del litoral.
Por lo pronto, a todos los restaurantes y locales que buscan clientes con sus promociones hay que dejarlos tranquilos. Así vemos que se les acosa por nimiedades. Si el letrero está más afuera o adentro, si el toldo es más descolorido que el reglamentario y si la letra es más grande que la norma. Esto es no entender nada. La política pública se hace con los gestores locales o no funciona. Es importante la autorregulación. Me atrevo a proponer que la fiscalización sea tarea de una organización entre empresarios, vecinos y municipio. Esto es un modelo nuevo de desarrollo urbano y en todos los rubros. Eso aplicaría al motor turístico y a mucho más.
El transporte sería un lujo si usuarios, dueños y autoridad dijeran cómo funcionaría mejor y con la eficiencia y rentabilidad para todos. Qué pasaría si los municipios cobraran patente por 3 años y a un precio de pago diferenciado. Eso proyectaría los negocios, aumentaría el compromiso con la ciudad y el que paga por ese periodo paga menos. Pienso que aumentaría la recaudación y el empleo. Ello, junto al autocontrol fiscalizador, daría armonía a la relación que debe haber, no de unos contra otros.
Viña despertó. Esa frase es la que queremos escuchar en octubre, y celebrar la fuerza de la gente para cambiar su destino la noche de los resultados de las municipales.
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