[OPINION] Con los subsidios no alcanza (por Aland Tapia)

El Estado subsidiario consagrado en la Constitución es una buena excusa para decir, pero no para hacer. Por ejemplo, en materia de vivienda, se entregan cada año 70 mil subsidios, pero se ejecutan no más de 25 mil, es decir, un tercio. Otros dos tercios no consiguen un crédito bancario y el fenómeno se agrava. Los beneficiarios terminan devolviendo el subsidio, aunque ahora no vencen.
En 2017, el Censo de Vivienda arrojó un déficit nacional de 393 mil, pero al año pasado el Gobierno y la Cámara de la Construcción reportaban que había aumentado a medio millón. Acá se cuentan los hogares hacinados, los dañados irrecuperables y los núcleos hacinados e independientes.
Las causas están en los bajos sueldos que no permiten calificar para un crédito, principalmente, al 80% de los trabajadores que ganan menos de 500 mil pesos al mes. Entonces, estamos ante un problema estructural. Esto ha hecho crecer las tomas, porque cuando el fenómeno se visibiliza, existe. Así parecen entenderlo los necesitados, que habiendo subsidios no logran ejecutarlos y ven cada vez más lejana la vivienda propia.
En el diagnóstico está la falla estructural del Estado subsidiario. Una política urgente requiere un Estado realizador, asociado con los pobladores y con las empresas proveedoras, al menos para esta política urgente: “los pobres no pueden esperar”, ¿le suena la frase?
Esto es urgente, porque hay niños, hay muchas mujeres jefas de hogar, que ven dañada su dignidad en esta eterna espera, que no pasa de un sueño, un mal sueño.
Es necesario tomar cartas en el asunto y trabajar con nuevas tecnologías, que son de rápida construcción, eficientes y hasta más económicas. Esto está disponible en el mercado y sería necesario abrir unas cuantas plantas elaboradoras de paneles a lo largo de Chile para reducir el déficit en no más de cinco años, y a un costo adicional de mil millones de dólares por año. Dinero para esto hay.
Bastaría con el 2,5% de los súper ricos, que –por lo demás-, les regresaría a sus arcas con la misma velocidad con que pasó a sus billeteras el 10% de las AFP en estas semanas, cuando los trabajadores y trabajadoras comenzaron a pagar deudas e ir al supermercado.
Poner el 2,5% es utilidad pura para la economía y dignidad para los pobres. Este sería un proyecto totalmente focalizado, donde el fabricante de tableros es el productor forestal y el que arma las casas es un equipo de trabajadores, muchos de ellos los mismos que no tienen una vivienda y viven allegados.
Puede que al sistema tradicional del subsidio y las grandes constructoras les cause malestar una idea social de este tipo, pero a mí me lo provoca el desprecio por los que más sufren.

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