[OPINION] Quintero: cuando el crecimiento económico se transforma en retroceso del desarrollo – Segunda parte (por Patricio Guzmán)

TENDENCIA A MAYOR OFERTA QUE DEMANDA

Con objeto de resolver el descalce entre la oferta de bienes y servicios de una parte y la insuficiente demanda agregada, el crédito es relevante[3], de allí la importancia creciente del sistema financiero y de la bancarización de la población. Esta falta de demanda suficiente que en el pasado se resolvía mediante la ampliación de mercados, nuevos mercados en las colonias y la incorporación de nuevas actividades en el circuito de las mercancías, algunas que habían salido de la lógica del lucro de los mercados, han sido reincorporadas al mercado. De allí las políticas de privatización de la seguridad social y otros servicios sociales para privatizarlos.

Lo que asegura la rueda del crédito, es decir, que la adquisición de mercaderías con compromisos de pago futuros serán efectivamente compromisos cumplidos, es la expectativa del crecimiento económico que asegura mayores ingresos en los tiempos venideros. Si estas expectativas de crecimiento no se cumplen, no habrá posibilidad de pagar el conjunto de créditos y, al mismo tiempo, mantener e incrementar el consumo en el nuevo periodo. Por eso es tan importante saber cómo crece el PIB y su proyección futura.

La publicidad y el marketing fueron genialmente desarrollados en los EEUU por el sobrino de Sigmund Freud, Edward L. Bernays, considerado también uno de los padres de las Relaciones Públicas que estableció la conexión entre la teoría psicoanalítica y la publicidad, apelando a los descubrimientos del psicoanálisis, como la libido.

Pero no solamente se emplean publicidad y marketing como mecanismos para asegurar el consumo y la obtención o realización de la ganancia. Otros mecanismos habituales son:

  • Conquista y desarrollo de fuentes productivas y nuevos mercados;
  • Obsolescencia temprana (planificada), y el ya mencionado recurso al
  • Crédito (adquisición presente con recursos futuros)

LA ECONOMÍA DEL DESPOJO Y EL “BIOCAPITALISMO”

El fin de la época fordista en los países occidentales y el masivo desplazamiento (deslocalización) de la industria a las naciones de Asia fueron acompañadas de nuevas formas de organización de trabajo. Los sindicatos en occidente perdieron fuerza y capacidad de negociación, con dificultades para organizar una fuerza de trabajo precarizada. Incluso en aquellas industrias no deslocalizadas, ahora debían dar cuenta masiva de la competencia de productos baratos. El resultado, facilitado por la deflación de precios de los productos importados de Asia, fue una drástica disminución de participación de los asalariados en la renta nacional. Esto, sin embargo, plantea un gran problema para la realización de la ganancia de las empresas que necesitan demanda final solvente para sus productos, un problema que no ha sido completamente resuelto.

Bancarización y financiarización general forman parte de la respuesta para dar solución a la contradicción entre participación decreciente de los ingresos del trabajo en la renta. Fue la reducción de esta participación la que aseguró el relanzamiento de la tasa de ganancia del capital tras los años 70 del siglo pasado, y la necesidad de demanda solvente para el consumo final solvente.

La menor participación salarial se palia con el recurso al endeudamiento. La conquista para el mercado y la ganancia de parcelas que habían escapado de la lógica del negocio (total o parcialmente), como el sistema de pensiones, la salud y la educación pública, aseguró nuevas industrias billonarias para las empresas, con un sesgo financiero decisivo. Los sistemas de pensiones (semi)privatizados juegan un papel central como mecanismos de transformación en capital y de acumulación de los ahorros forzosos previsionales de los trabajadores. Incluso cuando los sistemas de pensiones siguen bajo propiedad social, se han transformado en fuente de ahorro destinado a los mercados de capitales que, entretanto, han devenido en mercados especulativos y, por lo mismo, ponen en riesgo los flujos para las pensiones futuras, como quedó en evidencia en la crisis global de 2007-2008.

Las pensiones son salarios diferidos. La privatización de los sistemas de pensiones es parte importante del proceso de disminución de la participación de los salarios en la renta, incorporando y ampliando formas adicionales de extracción de valor a los ciudadanos despojados de derechos y convertidos en clientes.

La mercantilización generalizada de bienes y servicios básicos, otrora garantizados socialmente antes en una suerte de salario social, obligan a la gente a endeudarse y, como consecuencia, a asumir los intereses y gastos a la industria financiera que ha crecido mucho más allá de la banca tradicional.

Las personas son despojadas de derechos básicos, derechos vitales que en el pasado habían conquistado como derechos colectivos. Por eso estamos ante una forma de capitalismo que transforma en mercancía la vida misma, un biocapitalismo del despojo.

Al tiempo que avanza la precariedad del trabajo, en paralelo avanza la incertidumbre que la seguridad social había desterrado, al menos hasta cierto punto, en los modelos de estado de bienestar. Las pensiones privatizadas, bajo la lógica de la capitalización individual, dependen de los altibajos de la especulación bursátil y los ciclos financieros; la seguridad social se transforma en incertidumbre social. Un pilar para establecer la economía colaborativa como forma dominante de la vida económica es la reconquista y expansión de la seguridad social, bajo diferentes formas de propiedad y control social (accountability)

LA ECONOMÍA DEL DESPILFARRO

La clave de un marketing exitoso está en desencadenar/adelantar decisiones de compra e incluso convencer a los consumidores que necesitan productos, bienes y servicios que no necesitan o cuya necesidad es muchas veces dudosa. Las necesidades humanas siempre tienen un componente físico y biológico, sin embargo, están modificadas por un constructo cultural. Por ejemplo, los satisfactores de las necesidades físico biológicas como beber, comer, protegerse del clima o reproducirse pueden tomar muchas formas concretas, moldeadas por los hábitos, los gustos, el estatus social, la disponibilidad, la religión, la moral, la edad, el precio, las aspiraciones de un grupo social…  Hay necesidades y satisfactores complejos que tienen que ver con la sicología, con nuestra existencia como seres humanos gregarios, con las estructuras sociales, de clase y de género, vinculados con la necesidad de afecto y reconocimiento social.

En la persecución de la ganancia como leit motiv de la economía, es útil convertir en una necesidad aspiracional el consumo mismo y la acumulación de cosas. En el proceso también nos convertimos de ciudadanos en consumidores. La vida se transforma en una carrera sin fin en la que se pretende llenar el vacío de la existencia, los problemas de falta de reconocimiento social y baja autoestima con el consumo en una especie de resignificación del mito de Sisifo. Pero si el personaje mítico griego atado a las rocas podía ser devorado eternamente por las aves de rapiña, la idea de un consumo incrementado sin fin en un mundo con recursos materiales finitos es un total absurdo.

OBSOLESCENCIA INDUCIDA

Para acelerar las ventas es buen negocio conseguir la obsolescencia temprana de los productos. Esto se puede lograr con el diseño de la obsolescencia programada o con otros recursos para convencer a los consumidores que es mejor que abandonen una mercancía y adquieran un producto de reemplazo de aquel que aún cumple su función perfectamente. Esto se consigue con formas que van desde las modas y el uso planificado de piezas con vida limitada hasta colocar fechas de caducidad temprana en los productos.

Mirado esto desde otra arista, estamos ante una economía del despilfarro, que usa de manera incompleta o incorrecta los recursos y que, por su propia carrera del consumo, provoca una catalización de procesos naturales hacia la debacle medioambiental.

Aumentar el bienestar sin crecimiento del PIB implica promover una Economía Discontinúa, y la Responsabilidad Intergeneracional.

La sociedad industrial consiguió un aumento exponencial de la producción y el consumo, entre otras cosas porque rompió parcialmente con los límites impuestos por los ciclos naturales de discontinuidad. Esto se tradujo en el aumento del bienestar expresado en el aumento de la esperanza de vida, la educación, la mejor alimentación y acceso a los servicios. Por supuesto, esto es solamente una parte de la moneda, también han sido épocas de polarización de clases, nacionalismos xenofóbicos, genocidios, destrucción de culturas subyugadas, etc. Al mismo tiempo, la sociedad industrial aumentó las externalidades negativas y la sobreexplotación de la vida y el planeta, entendida no como el ecosistema común del cual formamos parte, sino como una naturaleza ajena y externa, un enemigo al que hay que conquistar y explotar.

Como vivimos en un planeta finito, como la capacidad de autorregulación y sanación del mundo es limitada – al menos entendido esto en el sentido que siga siendo un lugar especial que facilita la existencia humana –más allá de un cierto punto la actividad humana ha causado un daño que de seguir sin cambio podría llegar a ser irreparable, en especial cuando– como hemos explicado antes, está actividad se transforma en catalizador de procesos cíclicos naturales del clima en el planeta.

Hay diversas formas de discontinuidad. En el concepto hay que incorporar tiempo y espacio, pues una de las formas en que hay que entender la discontinuidad es el de interrupción necesaria de procesos para dar tiempo a la reparación o sanación.

El transporte para salvar distancias es un dato central, por el impacto de los combustibles fósiles y otras externalidades producto de la construcción de instalaciones, infraestructuras y caminos.

EL PRINCIPIO DE SANACIÓN

La concentración excesiva de especies y procesos tienen un componente de ahorros de escala positivos pero aumentan el impacto sobre el medio ambiente. Es menester incorporar al concepto el principio de reparación; se trata de garantizar que junto con periodos de producción existan periodos suficientes para la sanación de las externalidades negativas. Buenos ejemplos son los periodos de descanso obligatorios del ser humano y de la naturaleza en otras culturas, las vedas de caza y pesca, y la política de apertura y cierre de zonas pesqueras por épocas determinadas que se usan en el mar de Nueva Zelanda. Por el contrario, son ejemplos negativos los monocultivos agrícolas y economías extractivistas (Chile y el cobre) y la concentración excesiva de especies vivas en cautiverio como ocurre en Chile con la acuicultura de salmón y trucha.

En general, hay que incorporar las externalidad negativas a todo cálculo de utilidad de los negocios y proyectos. Por otro lado, una economía discontinúa no va a funcionar bien para procesos económicos movidos con la finalidad central de la ganancia y la acumulación como objetivo central. En este sentido, una economía discontinua con el bienestar de las generaciones presentes y futuras –y el del conjunto de los ecosistemas del planeta– prefigura una economía post capitalista.

Propiciamos un cambio de los patrones de producción, consumo y distribución. Hay que combatir la cultura del “consumismo”[4] y del “extractivismo”[5] y propiciar la de la maximización en el uso de los servicios y bienes, del ahorro de recursos, la responsabilidad social y colectiva con el medio ambiente y la producción con tecnologías amigables con el medio ambiente, circuitos lo más cercanos posibles de producción y consumo, y con valor agregado.

Decrecer, disminuir el consumo no necesario o donde sea posible reducirlo impedir toda publicidad o marketing que tenga por objeto impulsar el “consumismo”; el decrecimiento en algunas áreas de la producción, el transporte y el consumo, se anuncian como una necesidad, que muchas veces será dolorosa pero inevitable. Se trata de planificar y dirigir el decrecimiento para que la transición hacia nuevas formas de producción y consumo sea lo menos traumática posible.

Enfrentados a fenómenos que pueden llegar a ser catastróficos como el cambio climático, una nueva extinción masiva de especies, y límites de recursos naturales, nuestro objetivo debería ser disminuir el consumo y aumentar el bienestar. Esto es posible con una distribución racional y más igualitaria de los recursos, evitando el despilfarro, planificando la producción y el consumo, y estimulando las tecnologías verdes y la economía circular y la descontaminación.

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[3]El déficit de los estados, financiados con empréstitos y creación de moneda fiduciaria, no es que otra forma de crédito basado en la confianza en el crecimiento, que el propio consumo del Estado, empresas y particulares contribuirá a hacer posible.

[4]Consumismo es la tendencia a la acumulación, compra o consumo excesivo e innecesario de bienes y servicios.

[5]Extractivismo es el término que designa una forma de organizar la economía, basada en una alta dependencia de la extracción intensiva (en grandes volúmenes) de recursos naturales, con muy bajo valor agregado y destinado para su exportación. http://www.colectivocasa.org.bo/index.php?option=com_k2&view=item&layout=item&id=140&Itemid=124

Quintero: cuando el crecimiento económico se transforma en retroceso del desarrollo – Primera parte

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