[CRONICA] Septiembre Negro y el tributo congénito a la Historia (Arturo Moreno Fuica)

“Es mi deber y mi necesidad reconocer nuestra responsabilidad, aquí y ahora, y para el futuro”. Estas palabras fueron pronunciadas este 5 de septiembre en Múnich por el presidente de Alemania, Frank-Walter Steinmeier, en la conmemoración de los 50 años del atentado ocurrido en medio del desarrollo de los Juegos Olímpicos de 1972. Gran parte de su discurso estuvo dirigido a los familiares presentes de los onces atletas israelitas asesinados por los miembros palestinos de Septiembre Negro. Al día siguiente hacía lo propio la presidenta del parlamento alemán, la socialdemócrata Bärbel Bas. En su alocución de bienvenida en el Bundestag al presidente israelí, Isaac Herzog, Bas diría: “Quisiera pedirles perdón a los familiares de las víctimas del atentado de 1972 por los errores y omisiones de Alemania, y también por las tortuosas décadas posteriores que tuvieron que padecer”. En ambos discursos, no sólo se reconocen explícitamente las increíbles torpezas y equivocaciones en las decisiones tomadas por las autoridades alemanas para rescatar a los atletas israelíes, sino también representan una petición de perdón por la política de mutismo y entorpecimiento que las autoridades alemanas, responsables de la investigación, ejecutaron durante los años posteriores al atentado. Recién ahora, después de cinco décadas, los familiares de las víctimas recibían disculpas oficiales de máximos representantes del Estado alemán.

Ambos reconocimientos de las responsabilidades políticas se enmarcan también en un acuerdo más amplio, sellado pocos días antes de la conmemoración, que incluye el consiguiente reconocimiento también por parte de las autoridades del estado federal de Baviera y la ciudad de Múnich, indemnizaciones a los familiares de las víctimas, abrir todos los archivos sobre el atentado y la creación de una comisión de historiadores israelíes y alemanes. Y la verdad es que queda mucho por aclarar todavía.

Es cierto que las autoridades de seguridad de la época habían pensado en todo para aquellas semanas en las que se desarrollarían las olimpiadas. Sin embargo, lo que principalmente les habría preocupado fue una posible ola de solicitudes de asilo de deportistas y funcionarios olímpicos de Europa del Este. Sin embargo, nunca se habrían puesto en el potencial contexto de un ataque terrorista, y menos en la propia villa olímpica. Y esto suena sorprendente, pues Múnich ya tenía una historia de actos terroristas que contar. ¿Ejemplos? El 10 de febrero de 1970 un bus de la línea aérea israelita, El Al, había sido asaltado por el Frente Democrático por la Liberación Palestina (FDLP). Resultado: un muerto y once heridos graves. Tres días más tarde un asilo de ancianos judío sería atacado con bombas incendiaras. Resultado: siete muertos y nueve heridos. Es más, el 12 de mayo 1972 dos oficinas de la policía de Baviera serían atacadas con una autobomba y otros artefactos explosivos. Resultado: diecisiete heridos. Con esta historia resulta incomprensible que las autoridades de la ciudad hayan querido mostrar una ciudad feliz y abierta, casi con aires de “Flower power”, evitando dispersar fuerzas especiales o mostrar presencia abierta de la policía en las calles de la ciudad. La causa de este relajo y liberalidad se conoce: lo central era que los juegos de Múnich debían borrar de la memoria colectiva las imágenes de los Juegos Olímpicos del Berlín de 1936. Pero la historia exigiría sus tributos.

Ya en junio del 2002 un trabajo periodístico confirmó una sospecha ya latente en la opinión pública. Efectivamente, los miembros palestinos de Septiembre Negro habían recibido apoyo logístico de neonazis alemanes. ¿Sorprendente? ¡No! La verdad es que lo realmente delicado fue que sobre estas conexiones habrían estado informado, ya meses antes de la inauguración de los juegos, tanto la policía a nivel local y federal como también la mismísima agencia de inteligencia alemana, la Oficina Federal para la Protección de la Constitución. Es cierto que un neonazi sería enjuiciado y encarcelado en 1974 por dos años, pero por posesión ilegal de armas. Más tarde se comprobaría que estas armas habían sido utilizadas en el atentado y, como si esto fuera poco, se sabría sobre el hallazgo de cartas, en posesión del acusado, con amenazas de miembros de Septiembre Negro contra el juez que llevaba la investigación.

Toda esta historia se enrareció aún más cuando, después de unas semanas, Alemania extraditó a los tres terroristas supervivientes a Libia tras el secuestro de un avión de Lufthansa. ¿Un canje para rescatar a los pasajeros? Sobre estos hechos los abogados de las familias de las víctimas han afirmado tener pruebas de que dicho secuestro habría sido un montaje para evitar que los palestinos declararan ante la justicia. Al respecto, policías han declarado también que desde un principio ellos y sus colegas sabían que los tres terroristas serían liberados. Incluso, un alto jefe de la policía de Múnich expresó en una carta de la época, encontrada en los archivos históricos de la ciudad, estar organizando la extradición. Dicha carta habría sido escrita quince días antes del secuestro del avión de Lufthansa. Por último, en el Ministerio de Relaciones Exteriores de Gran Bretaña, habría documentos que confirmarían que las organizaciones secretas alemanas sabían que se produciría dicho secuestro. Hasta ahora ninguna autoridad del Estado alemán se ha pronunciado al respecto. En todo caso, el hecho de que habría un informe de la policía bávara, donde no se descarta que en medio del enfrentamiento algunos rehenes aún vivos habrían sido alcanzados por balas de los propios policías alemanes, no sería razón suficiente para justificar una semejante manipulación.

Está documentado que el gobierno de Golda Meir se negó a cumplir con las demandas de los terroristas: liberar a 200 palestinos encarcelados en Israel. En relación con esta posición, son conocidas las palabras de la primera ministra: “Si ahora cedemos ningún israelí se sentirá seguro de su vida en ninguna parte del mundo”. ¿Quedó Alemania con las manos atadas? Es de perogrullo acentuar que dilucidar en qué forma se desarrolló la comunicación entre ambos gobiernos es también importantísimo para determinar las responsabilidades. Documentos secretos, liberados por Israel en 2012, ya muestran el dilema central de Golda Meirera: ¿Cómo salvar la larga pero frágil relación con Alemania? Además, también se sabe que su gobierno no ahorró energías para intervenir en la cobertura televisiva sobre el atentado y evitar que se explotara un sentimiento anti-alemán ya dominante en la sociedad israelí. Por supuesto, todo esto no quiere decir que el destino de los rehenes le fue indiferente a la primera ministra. Por el contrario. De hecho, el que los atletas secuestrados salieran ilesos salvaba la cara del ya debilitado gobierno de Willy Brandt y la de ella, y de pasada, reforzaba la relación entre ambos países. Esta intención se explicitaría cuando en junio ​​de 1973 Willy Brandt pasaría a la historia como el primer canciller alemán en visitar Israel.

La historia de la “masacre de Múnich”, como se conoce en Alemania, recién comienza. La Historia comenzó a exigir sus tributos. Por lo pronto, en perspectiva de futuro, el próximo paso será una visita a Israel del presidente de Alemania, Frank-Walter Steinmeier, en la cual se reunirá con los familiares de los atletas aniquilados en Múnich.

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